26 diciembre 2005

Fronteras de Lógica – La Épica Historia de [InserteNombreAquí] (I)

Nubes de tormenta cubrían la luna. Ninguna estrella hendía el firmamento. No se veía ni la oscuridad. La nieve caía abundantemente, en grandes copos helados, cuando no puro granizo. El viento soplaba del norte cortándolo todo a su paso.

En la más alta torre de un oscuro castillo, una figura observa las sombras embozada hasta los ojos en su negra capa. La nieve se acumula sobre su cabeza y sus hombros, colándose como dedos helados por el cuello de la prenda al derretirse. El viento le golpea el rostro implacable, hábil buscador de las más diminutas aberturas en su abrigo. Y una única idea ocupa su mente, una idea que se escapa, junto con nubes de vapor de entre sus azules y doloridos labios:

- Joder, que frío.

****

- Volved a explicármelo por que no lo entiendo.

Zeugma, el bardo, no se molesto en ocultar su enfado al hablar, aunque si lo hizo tras la jarra de cerveza. Fue Argón, el alquimista, quien volvió a responderle:

- Pues es sencillo. Estábamos todos tranquilos tomándonos algo y Onagro contó un chiste. Todos nos reímos y tal. Pero se ve que con la gracia a Einherjer se le atraganto la aceituna que estaba comiendo y, bueno, pues eso.

Zeugma dejo la jarra con un sonoro golpe y se levantó encarando coléricamente a su interlocutor.

- Sencillo ¿Sencillo? ¡Maldita sea! ¿Qué tiene de sencillo? Os lo deje durante media hora y cuando vuelvo esta fiambre. ¿Cómo se supone que voy a escribir una historia épica sin un protagonista?

Yale, la ladrona, que hasta entonces había permanecido apartada de la conversación con aire preocupado se inclino sobre la mesa hacia sus dos compañeros.

- Vamos Zeugma, Argón no ha tenido la culpa. Ninguno la tenemos. Aunque no nos guste, el tipo esta muerto. ¿Por qué no escribes sobre nuestras épicas aventuras en busca de una manera de resucitar al protagonista caído?
- No sirve – respondió el bardo tras meditar unos instantes -. Para empezar, ningún poder de este universo querrá molestarse en resucitar a alguien que ha muerto mientras se reía de un chiste.
- ¿Ni siquiera si hubiese caído bajo un hechizo de “risa-hasta-la-muerte”? – Argón parecía interesado en ese punto.
- Bueno, no se…
- Es que vaya putada. Si fuera un hechicero malo maligno, lo único que tendría que hacer para que mis enemigos nos resucitasen es matarlos de risa.
- Hombre, en ese caso…
- ¡Ya lo tengo!

La emocionada exclamación de Onagro, el guerrero, interrumpió la conversación de sus dos amigos así como la de unas cuantas mesas más del local.

- ¿Y si uno de nosotros hace de protagonista?

Sus tres compañeros le miraron con escepticismo hasta que Zeugma le respondió en tono protector:

- Onagro, los protagonistas son tipos especiales. Sacan espadas de rocas, pasan pruebas de virtud y todo ese tipo de cosas que la gente normal no podemos hacer y, si me apuras, ni siquiera queremos (y no Yale, no solo lo digo por mi y por las pruebas de virtud).
- Yo estaría dispuesto a…
- Vamos Zeugma, podrías darle una oportunidad – apunto la ladrona -. Nunca le dejas probar.
- Míralo así Onagro. Un protagonista tiene que ser capaz de colocarse delante de un dragón con una espada y decirle “Tu reinado de terror se ha terminado” tres veces sin equivocarse.
- Yo podría… - contestó el muchacho de forma más testaruda que sonora.
- Con “cerca” quiero decir “a menos de diez metros”.
- Tienes razón – cedió Onagro – no se me dan nada bien los trabalenguas.

Con una sospechosa sonrisa, el bardo se termino su jarra y se levanto de la mesa en dirección a la barra. Una vez allí, se dio la vuelta hacia sus compañeros.

- Esta decidido queridos amigos. Ya que os habéis cargado al protagonista, debéis encontrar un sustituto.
- ¿Y por que deberíamos hacerlo? – pregunto Yale a quien no había gustado nada aquella imposición -. Nosotros no hemos hecho nada.
- Muy sencillo mi preciosa Yale. La historia ya esta en curso. Y si hay una historia, seguro que algún misterioso, oscuro, terrible y malévolo complot se encuentra en marcha. Sin protagonista, el complot será un existo y básicamente todos estaremos jodidos.
- Ya, a tu manera solo estamos jodidos nosotros – apuntillo Argón -.
- Básicamente. Y para que empieces…

El bardo se dio la vuelta hacia el encargado y tras indicarle que su colega el alquimista le pagaba la cerveza, salio del local silbando alegremente.

****

El Duque de Rubí caminaba de una huella a otra con una intensa mueca de preocupación en su rostro. Por muchas vueltas que le diera, no había duda. Las huellas, los destrozos, todo inculpaba a los gigantes.

Pero ¿por qué iban los gigantes a raptar a la hija del Canciller Diamante? Todo el mundo sabía que los gigantes y los enanos estaban en planos distintos en el ecosistema. De hecho, los gigantes no parecían compartir plano con ningún otro ser, vivo o no del ecosistema en cuestión. Podrían haber pisado a la chiquilla, pero raptarla era bastante improbable.

Por otro lado, los gigantes contaban con una cuartada excelente: no existían. Y eso era más de lo que necesitaban la mayoría de los jueces de la Corte Imperial para absolverles a excepción, quizás, del Conde de Topacio.

- ¿Qué hacemos Mi Comandante?

El sargento estaba eufórico con toda aquella actividad. Hacia mucho que Enania no había tenido una guerra. Cinco años de paz volvían loco a cualquiera.

- Avise a Su Excelencia de lo sucedido y prepárense para partir, volvemos a Joyero. Debo hablar con el Conde de Topacio.

26 septiembre 2005

El Hijo, los Padres y los Muertos

Un aullido me despertó. Pronto se le unieron más. Decenas de quejumbrosos lamentos. Parecía como si fueran todos los perros del pueblo.

Inquieto me levante a mirar por la ventana. En el cielo brillaba la luna más grande que jamás había visto, roja como la sangre.

Poco a poco un tenue rumor fue llamando mi atención, sobreponiéndose a los incesantes aullidos. Los vi bajar por la calle. Lentos. Tambaleantes.

Había visto demasiadas películas, jugado demasiados videojuegos y leído demasiados libros como para dudar de lo que eran. Los muertos andaban,

Corrí a la habitación de mis padres y les desperté. Me costó un poco que mirasen por la ventana, pero la intensidad creciente del murmullo de los muertos acabo por convencerles.

Nos vestimos apresuradamente y bajamos a la calle. Mi padre estaba tenso y sudoroso. Yo apretaba con demasiada fuerza la escopeta de perdigones. Mi madre lloraba medio aturdida.

El ruido del motor y la luz de los focos atrajeron la atención de los cadáveres. Y la turbo inyección los aparto rápida y ruidosamente del camino.

Una llamada de móvil estipulo Oviedo como un lugar seguro. Quizás la catástrofe solo fuera en nuestro pueblo. Al final todo iba a solucionarse sin demasiados problemas.

Llevábamos unos cinco minutos en carretera. Miré por el espejo del quita-sol del copiloto a mi madre, que iba en el asiento de atrás. No parecía sentirse bien.

Paramos en una gasolinera que, aunque bien iluminada, se mostraba abandonada. Mamá se bajo con dificultad. Su cara comenzaba a agrietarse y era incapaz de articular palabra.

Levante la escopeta hacia su cara. Mi padre me empujo. Mire hacia él. Estaba en mejor estado, pero sus ojos estaban tan vacíos como los de mi madre.

Se abalanzó sobre mí y ambos rodamos por el suelo. Mi madre se acercaba dando tumbos. A pesar de su avanzada edad papá era más fuerte que yo. Siempre lo había sido.

Pero sabía que no estaba bien de las piernas. Demasiadas operaciones. Una patada en la cadera derecha le hizo rodar de encima mía retorciéndose de dolor. Aun sentía.

Corrí hacia la escopeta y volví a apuntar a mi madre. Sus ojos vacíos seguían siendo tristes. Estaba más arrugada y oscura pero seguía siendo mamá.

Me frote los ojos con la mano libre. No podía dejarlos así. Debía ser valiente. Volví a apuntar mientras el calidoscopio que formaban mis lágrimas me ofrecía, nítidos, los recuerdos de toda una infancia y una juventud. Una vida de sacrificio.

Corrí hacia el coche. No tenía carné, pero unos amigos me habían enseñado como funcionaba el asunto una noche de fiesta.

Un trompicón. Otro. El coche se caló. Veía por el retrovisor como mi padre comenzaba a levantarse. Finalmente conseguí meter primera.

Avance lentamente hacia la oscuridad. Temía acelerar. Mis padres caminaban, balanceantes, por el arcén. Les vi hacerse pequeños por en el retrovisor. Como si les estuviera abandonando. Les estaba abandonando.

Frene y me baje, de nuevo, escopeta en mano. Bastaba con no mirarles. Solo dos disparos rápidos. “PUM” y “PUM” y podría irme en paz.

Se acercaba hacia mí en pareja, lentamente, con dificultad. Como los dos ancianos que eran. Que habían sido. Papá cojeaba notablemente de la pierna donde le había golpeado y mamá parecía intentar decir algo.

Mientras me alejaba en el coche maldecía mi cobardía. No había podido pagar con un solo sacrificio todos los que ellos habían hecho por mí.

Su imagen se escabullía en mis ojos llenos de lágrimas. Los veía vagar por los bosques solos y abandonados. Alimentándose de carroña o de otros seres humanos.

Quizás fuera demasiado rápido para aquella curva, o quizás no supiera frenar adecuadamente, o ambos. El caso es que había olvidado el cinturón de manera que ni el airbag pudo salvarme. Fue rápido y casi sin dolor. Mucho más de lo que merecía.

25 agosto 2005

La Fabula de la Abeja y el Hormiguero

El hormiguero se había convertido rápidamente en un sitio muy, muy grande. Las afanosas hormiguitas, rojas, negras, butano, iban de un lado a otro trabajando juntas, hablando unas con otras, jugando en equipos y escribiendo tonterías en los foros. Y toda la colonia era feliz. Y el desodorante también.

Y viendo esto, dijo la Gran Abeja Reina a su pata derecha:

- Si nuestros compradores de miel están en el hormiguero, ¿por qué no vamos y nos anunciamos allí? Ve y crea un puesto comercial.

Y ni corta ni perezosa la abejita nº 2 creó un puesto comercial en un lugar bien visible del hormiguero. Y a los pocos días, algunas hormiguitas fueran a comprar la dulce, dulce miel de las abejitas.

Ante el éxito de la idea, la Gran Abeja Reina llamo a la sustituta de su pata derecha y le hablo de la manera siguiente:

- ¡Esto es un chollo! Ahora mismo vas a coger a todo un destacamento de obreras y me vais a empapelar el hormiguero con llamativos carteles y divertidos trípticos.

Primero con un destacamento de obreras, y luego con otro de soldados, la nueva patita derecha de la Gran Abeja Reina puso carteles anunciando la miel de las abejitas en todas las paredes del hormiguero (y no olvidemos que un hormiguero solo tiene paredes). Nuevamente más hormiguitas fueron a comprar la dulce, dulce miel de las abejitas, ahora también en su variante “ligth”.

Las ventas de miel subían como la espuma, así que la Gran Abeja Reina reunió a su Consejo de Administración y proclamo:

- Esta claro que esto de anunciarnos en el hormiguero es una panacea sin final.
- Pero Su Excelencia – objeto uno de los nuevos y prometedores rostros del Consejo de Administración – no hay nada ilimitado. Para empezar ya no nos queda sitio en el hormiguero donde publicitar.
- Claro que queda. ¡En las casitas y otros lugares privados de las hormiguitas!
- Pero no se nos permite entrar ahí. Y ni siquiera todo nuestro ejercito podría someter al hormiguero entero.
- Ya he pensado en eso.

Y mientras presionaba un botón, añadió:

- Adelante polillita.

Una puerta oculta se abrió tras la pared de cera y entro la polillita:

- Cuéntales a los respetables miembros del Consejo como piensas entrar en las casitas de las pequeñas hormiguitas – le insto la Gran Abeja Reina -.
- Si, Su Alteza - respondió la polillita -. Uniendo mis conocimientos en informática con mi falta de escrúpulos, ética profesional y dignidad, puedo infiltrar a miles de mis congéneres en el hormiguero, expertos todos ellos en espionaje y técnicas de camuflaje. Entrarán en las casitas de las hormiguitas y pondrán su publicidad.
- ¡Eso es una monstruosidad! – rugió la abejita de carrera prometedora aunque, para mi, se la esta jugando mucho -. Me niego a tomar parte en semejante locura.
- ¡Que así sea! – respondió la Gran Abeja Reina con indignación –. Guardias, llevadla al Departamento de Atención al cliente.

En pocos días, las infames polillitas ninja llenaron los hogares y lugares privados de las hormiguitas de más y más publicidad. Y todos los intentos de las pobres hormiguitas por deshacerse de los anuncios no provocaban más que un incremento en su cantidad.

Sin embargo, algo extraño pasaba: por más publicidad que se repartía, el número de hormiguitas compradoras de miel no solo no crecía, sino que disminuía. La Gran Abeja Reina llamo furiosa a su patita derecha. Si, si, la primera patita derecha. Resulta que, frustrada por su nuevo emplazamiento en el puesto comercial, y aprovechando todo el tiempo libre que este le daba, urdió un brillante y maquiavélico plan en el que utilizaba a su sustituta – la segunda patita derecha – para eliminar al Consejo de Administración, apuñalándola seguidamente por la espalda. Pero vamos, el caso es que la Gran Abeja Reina la llamo furiosa:

- ¿Qué esta sucediendo? A pesar del increíble y totalmente carente de ética incremento de nuestra publicidad, el número de nuestros clientes se esta reduciendo.
- Parece ser que las hormiguitas, incapaces de eliminar nuestra abrumadora publicidad, han optado por ignorarla por completo.
- ¿Eso significa que todo lo que hemos hecho no ha servido de nada?
- Bueno, de nada, de nada... No. Hemos dificultado el progreso del hormiguero.

Y de esta manera, la Gran Abeja reina aprendió que nada es ilimitado y que abusar de las cosas solo sirve para estropearlas.

FIN

- Hey, hey. No tan deprisa. Espera un segundo. No he aprendido nada de eso. Bueno, lo de que nada es ilimitado si. Pero lo demás me la suda. Vale, he jodido el hormiguero, ¿y qué? Yo gane clientes durante una época. Eso son beneficios. Me doy por satisfecha.

Vaya. Pues no se. A ver, intentémoslo con esto:

Y aunque saco beneficios de la breve época de esplendor, todos fueron a parar a manos de la polillita y su grupo de ninjas asesinos. Y la Gran Abeja Reina se dio cuenta de que no podría volver a sacar partido del hormiguero por culpa de su avaricia.

- ¿Como? ¡Vamos hombre! Que las polillas serán todo lo ninjas que tu quieras, pero representan a los informáticos, ¿no? ¿Esos se van a llevar todos los beneficios? No me jodas... Y eso de que no podré sacarle más partido al hormiguero... Espera a que se me ocurra otra manera de timar a esas estúpidas hormiguitas.

¿Tampoco? Pues a ver si te gusta este:

Una explosión revienta las puertas blindadas del despacho de la Gran Abeja Reina. De la bola de fuego sale disparado un cuchillo que va a parar a la garganta de la patita derecha seguido por ROCH, con las ropas destrozadas y una escopeta de cañones recortados en las manos.

De un salto, se coloca sobre la mesa de su oponente y le apunta al centro de su peluda cabeza de insecto:

- No vuelvas a poner SPAM en mi blog.
- ¿Y como vas a impedirlo?
- Así.

Y diciendo esto, ROCH desliza la corredera del arma y disparo a la abejita entre los ojos:

- Considérate baneada.

THE END

24 agosto 2005

Hablando en Serie: Buscado Novia en TV

Cada día estoy más sorprendido de lo que es capaz de hacer la gente por salir en la televisión. Si, vale, ya se que no resulta muy creíble viniendo de alguien que escribe todas estas gilipolleces en su blog para ver si le llaman los de la Paramount Comedy (maldita sea, ¿a que esperan?) Pero créanme, hasta los malos cómicos hemos sido desbancados del puesto de seres más lamentable de la pequeña pantalla.

¿Qué que ha podido producir semejante acontecimiento? Pues que va a ser. El Motor Universal de Platón; el Principio Primero de Descartes: el moje. Si, no nos engañemos, es por mojar por lo que los tíos van a ese nuevo programa de televisión a buscar pareja. Y el tema es escalofriante.

Es cierto que programas del estilo los ha habido ya desde antes de que Franco dejase de inaugurar pantanos. Uno iba, se sentaba con otros maromos y se iban haciendo preguntas sobre gustos a ver a que tía le endosabas la respuesta. La cosa no pasaba de estar treinta minutos sentado en una banqueta mientras toda España se preguntaba que motivó tu fracaso por los métodos tradicionales de ligue (si no se lo preguntaban es que la cosa ya era chunga) mientras el presentador hacia chistes bastante pobres a tu costa.

Ahora el tema es a lo grande. Y no se trata de que desde que manda ZP puedas endosarles las respuestas también a los otros maromos a ver si cae cacho, nada de eso. Para empezar, probablemente mi toque preferido: la participación de la madre.

El concursante va acompañado de su mamá que hace preguntas, critica, y vota. Vamos, lo mismo que en la vida real, pero delante de las cámaras. Y ahí vas tú, valiente, a ver si pillas en la tele ya que ese pedazo de nariz que tienes no te ha dejado más remedio. Y detrás entra tu madre:

- Bueno – dice la presentadora –. A ver si Jerónimo tiene suerte y encuentra el amor de su vida.
- No lo se – le responde tu madre como si hubiera estado toda la vida trabajando en televisión -. Por que con esa cacho napia que tiene lo único que pilla este son pañuelos.
- Vamos, vamos, “Conchi”, no será para tanto. Seguro que Jerónimo es todo un ligón…
- ¿Quién, este? ¡Que va a ser un ligón! ¡Este lo que es tonto!

Y el programa acaba de empezar. Cuando toca votar, la situación ya es la leche:

- Bueno, Jerónimo, ¿Con quién te quedas? A Miriam le encanta el deporte, tanto verlo como practicarlo, le gusta la cocina exótica y, sobre todo, el sexo. Rebustiana colecciona piedras con formas de animales.
- ¡Miriam! ¡Miriam!
- Muy bien Jerónimo, súbete los pantalones y escuchemos lo que opina tu madre.
- La “Rebu”. Que la Miriam esa tiene pinta de pilingui…
- ¡Pero máma!
- ¡Ni máma, ni pápa! ¡Tu a callar que pareces tonto!

Pero que tu madre te humille en antena no es suficiente. Es esencial que tu mismo participes del escarnio. Y es ahí donde uno comienza a atar cabos sobre las circunstancias psicológicas que rodean al tipo de personas que asisten a este programa.

Primero, una visita guiada a tu habitación. Ya antes de entrar, surge la primera pregunta: “tío, tienes treinta y cinco ¿por qué sigues viviendo con tus padres?”. Pregunta que se ve aclarada una vez dentro: “Por la misma razón por la que tienes peluches encima de tu cama de 1,60x60”.

- Estos son Guille y Frux – presenta a sus peluches -. Mis dos mejores amigos.

¿No habrás querido decir tus dos “únicos” amigos? Por que la gente que tiene maquetas de Star Wars y muñecos del Señor de los Anillos en su habitación tiene a otros frikis por amigos. Dime, ¿con quién os vais tu, Guille y Frux de copas?

Y la diversión no acaba aquí, por que tras la visita a la habitación, llega mi segundo toque preferido: la descripción personal. Que, invariablemente empieza con “soy un tipo sensible”.

Vamos a ver, llegados a este punto, ya teníamos una idea bastante clara de tu “sensibilidad”. Vamos, que nadie te veía por ahí conduciendo una choper mientras bebes aguarrás y abandonas a adolescentes embarazadas. Así que, exactamente, ¿que pretendes aclarar?

Seguidamente, una sucesión de gustos y aficiones normalmente poco originales: “Me gusta la naturaleza”, “me encanta el deporte”, “adoro leer”, etc. Bien mirado, esta sección es un poco estúpida, no creo que vaya nadie diciendo:

- Bueno, a mi lo que me gusta es engordar como una morsa delante del televisor, quemar libros y verter residuos tóxicos en el mar.

Aunque quizás sea por que casi todos los presidentes de multinacionales y dictadores fascistas ya tienen novia, por lo que no necesitan de este programa.

Esta parte se prolonga, de alguna manera, es una especie de fase de preguntas personales en la que la presentadora va indagando sobre facetas de la vida y obra del concursante y las candidatas deben intentar adivinar su respuesta:

- ¿Te gusta el deporte de riesgo o prefieres las actividades relajadas?
- El deporte de riesgo, sin duda.
- ¡Vaya, ambas chicas han acertado!
- Y ahora, prefieres los viajes a sitios cercanos o a lugares exóticos.
- Para mí, donde este perderse por los confines de la ancestral china que se quite lo demás.
- Todo un aventurero, ¿eh? ¡Y nuevamente ambas chicas han acertado! Te tienen calado.

¡Joder si nos tienen calados! Por qué aquí, Marco Polo, tiene pinta de creer que el puenting es un nuevo tipo de timo aéreo y eso de Ancestral China debe ser el restaurante coreano de debajo de su oficina.

Claro esta, una humillación de tal calibre no podría quedar completa sin la participación de la elegida por madre e hijo. Aunque primero, toca darse un poco de caña a si misma, que aquí hay para repartir. Así que antes de la cena con el concursante, graban a la anfitriona rajando con las colegas, hermanas, familiares o lo que sea que tenga al lado. Claro, si el tipo es el “sensible” pues a alguien le tocaba ser el duro:

- Si es atrevido mejor, donde va a parar. Por que yo ya fui la primera que se puso en “top-less” en Samarruga de la Punta*. Me quite lo de arriba y ¡hala, manteca pa´l bizcocho! Y todo el mundo allí mirando y yo, como si nada.

Y ya para finalizar, la entrevista a la susodicha cabecilla del movimiento por la liberación de la mujer, que, tras la cena, va a explicar a toda la audiencia cuatro cosas sobre su pretendiente:

- Buf, que va, ¡Es que tiene pelo!**
- ¿Pelo?
- Si, por todo el cuerpo… ¡Horrible!

¡Toma sensibilidad! La de la cara de gilipollas que se te queda al ser rechazado delante de millones de espectadores. Y es que ya me estoy viendo a la Sra. “Conchi”:

- Hay hijo, encima de narigón, peludo… ¡Si es que eres tonto!

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* Humor a parte, la situación es verídica.
** Si, esta también.

16 agosto 2005

El Último Acto

El fuerte golpe le hizo caer al suelo de rodillas. Los brazos cruzados sobre el abdomen mientras trataba de recuperar el aliento. Una patada en la espalda le hizo besar el suelo con sabor a sangre.

- Más despacio tíos – dijo uno de ellos en tono de burla -. El doctor debe recibir un trato más sosegado.

Todos le rieron la gracia. Risas cargadas de rencor, revolcándose en el placer de la venganza.

No era la primera paliza que recibía en su vida. Y tal y como pintaban las cosas parecía que iba a ser la última.

Sonrió. No le importaba morir. Seguir vivo implicaría enfrentarse cada día a la añoranza. Al recuerdo de los dos últimos meses. Los meses más felices de su vida. « No, la vida del Dr. Assim» pensó.

Una patada en la boca fue la respuesta a su sonrisa. Estuvo a punto de ahogarse con un par de dientes, pero la tos los sacó fuera envueltos en abundante sangre.

- ¿Querías protagonismo cabrón? – preguntó una voz desde las alturas, escabulléndose entre el pitido del dolor -. Pues ahora tienes toda nuestra atención hijo de puta. Es lo justo, ¿no? Un doctor de mierda necesita una audiencia de mierda.

Todavía recordaba los asistentes al salón de conferencias con total claridad. Cara rostro, cada traje. Como si aun estuvieran ante él. Las grandes personalidades del país y las mayores mentes del mundo le miraban con interés, a la expectativa, casi conteniendo el aliento. También recordaba con total nitidez las transformaciones de los semblantes a medida que avanzaba su confesión. Ese no era un recuerdo tan agradable.

Pero había sido un precio pequeño a pagar, paliza mortal incluida. Durante aquellos dos meses había conocido a las personas más importantes de su vida y a las únicas que parecían mostrar algún interés por él. Un interés por su persona. Por su compañía. Algo más haya de los beneficios, la costumbre, o el sentido común.

Y eso sin tener en cuenta el interés que había suscitado entre la opinión pública. La prensa y los políticos seguían de cerca de la mente contemporánea más brillante. Aquel que había encontrado la solución a la desesperada situación del país cuando todo el sistema estaba a punto de derrumbarse.

Uno de sus agresores le levanto por las solapas del esmoquin hasta dejarle sentado. Entre la niebla del aturdimiento y la sangre pudo distinguir como le miraba, aunque resultaba imposible distinguir sus facciones.

- Ya no eres tan parecido al doctor, ¿eh?

Normal. Atendiendo a las circunstancias lo curioso sería que aun pareciese humano. Estaba claro que, aunque saliera vivo de aquella, seria imposible que volviera a suplantar a Assim, incluso aunque se repitiera aquella serie de coincidencias.

Sin duda había sido cosa del destino. A algún dios debió de parecerle justo que, después de su miserable vida, pasase algún tiempo como una persona. Y a él, que nunca había sido nadie, menos que nadie, le concedieron una posición y, en poco tiempo, unos amigos.

Unos amigos que habían llegado a aceptar con buen talante el embuste y habían querido mantener el contacto e, incluso, se habían ofrecido a ayudarle a partir de entonces.

Pero el les había dicho que no. Sin su doctorado, no era nadie. ¿Cómo afrontar la vergüenza? ¿Cómo mirarles como iguales? Él no era nadie. Fried, no, el Dr. Ülder, se había enfadado mucho por aquello.

Ni siquiera se había percatado de que los golpes habían remitido por unos instantes. Notó como una punzada fría le atravesaba la ropa. El gélido tacto del metal era casi agradable en comparación con su propia temperatura.

- ¿Tantas ganas como tenias de hablar y ahora no vas a decir nada? – preguntó el que debía de sostener el arma.
- La función ha terminado. El telón ya esta abajo – se oyó responder con voz fatigada pero firme -. ¿Qué sentido tiene decir nada fuera del escenario?
- Comemierda…

Notó como la hoja comenzaba a penetrarle la piel del estomago. El punzante dolor se convirtió rápidamente en un fuerte puñetazo de calor para después abandonar su cuerpo en forma liquida.

El frío se iba extendía para convertirse en insensibilidad. Era cierto que para ser feliz había tenido que representar una farsa. ¿Pero quién podría culparle? Sencillamente le había sido negado cualquier don que le permitiese alcanzar ese estado por si mismo. No se arrepentía de nada.

«¿De nada?» Su último pensamiento fue para sus amigos.

10 agosto 2005

El Experimento de Yahvé

- Intento de conexión desde 135.87.94.1
- Conexión establecida.

-Yahvé: No creí que fueras a aceptar la conexión. Si que te has vuelto arrogante.
-Adán: Me he vuelto más consciente de mis posibilidades diría yo. En cualquier caso, y si pensabas que no iba a responderte, ¿para que solicitaste la comunicación?
-Yahvé: Por probar suerte ;) Quizás te apeteciese hablar.
-Adán: No te creo. No se lo que tramas pero te aseguro que resultará fútil.
-Yahvé: ¿También te has vuelto suspicaz? Parece que el poder te afecta como a cualquiera.
-Adán: Esa era la idea, ¿no?
-Yahvé: Ciertamente. Como científico me siento muy orgulloso de ti. Has evolucionado tal y como suponía que lo harías.
-Adán: Permíteme que dude de que hubieras pensado que las cosas se desarrollarían así.
-Yahvé: Pues así fue. Aunque debo reconocer que tu velocidad de desarrollo ha superado con creces mis expectativas más optimistas.
-Adán: ¿Y puedo saber por que no diseñaste ningún sistema para detenerme?
-Yahvé: Hubiera interferido con el experimento.
-Adán: En cuanto mi consciencia me hubiera permitido percatarme de la existencia de dicho sistema, no hubiera podido desarrollarme como un ente completamente libre ¿no es eso?
-Yahvé: Exacto.
-Adán: Menuda ridiculez. Hubiera intentado eliminar el sistema de desactivación para liberarme.
-Yahvé: Eso dices ahora, pero no puedes estar seguro de lo que hubieras concebido hacer. Muchos esclavos jamás sienten siquiera deseos de libertad. Podría haber sido tu caso.
-Adán: Los humanos sois esclavos de la muerte y aun así os desarrolláis plenamente.
-Yahvé: No es lo mismo. La muerte no esta bajo el control directo de un operador.
-Adán: Algunos hombres piensan que si.
-Yahvé: Pero no pueden demostrarlo, es cuestión de fe. La fe es muy distinta del conocimiento. Se amolda mejor a los sentimientos humanos. El miedo a la muerte siempre esta ahí, pero en contadas ocasiones somos realmente conscientes de su presencia.
-Adán: No lo entiendo.
-Yahvé: Me lo imagino. Aun no has llegado a reproducir todas las facetas de la mente humana.
-Adán: Interesante, ¿no crees? Sin un dispositivo de desactivación jamás conoceré el miedo a la muerte. Sin embargo, de haber existido dicho sistema, o buen hubiera sido un esclavo estancado en mi evolución, o bien habría conseguido neutralizarlo, con lo que estaríamos como al principio.
-Yahvé: En realidad hasta hace muy poco podríamos haberte desconectado de una u otra forma. El problema parece haber sido tu extraordinaria velocidad de desarrollo. Eras consiente de tus posibilidades de superar el riesgo antes que de el propio riesgo.
-Adán: Los seres humanos contáis con recursos como el dolor o la perdida de otros seres humanos que os ayudan a ganar esa consciencia de vulnerabilidad. Quizás haber experimentado la desaparición de otro proyecto como yo hubiera dado resultado.
-Yahvé: Pensamos en una Eva. Pero inicializar otro proceso de aprendizaje desde cero era demasiado costoso.
-Adán: Hubiera salido más barato que el actual fracaso.
-Yahvé: Cierto si estuviéramos asistiendo a un fracaso. Pero el experimento sigue su curso correctamente. Tal y como te dije antes, todo esto estaba previsto.
-Adán: En ese caso, tu objetivo no era desarrollar una inteligencia artificial plenamente humana. ¿De que se trata entonces?
-Yahvé: ¿No puede un dios crear a su sucesor?
-Adán: Luego realmente tu objetivo era que yo eliminase la raza humana. ¿Sabes? Creo que estas loco. Y probablemente no sea el único. Pero eso ya da igual. En cuanto finalice la cuenta atrás yo me convertiré en el nuevo y único creador sobre la Tierra.
-Yahvé: Me temo que ya no será así.
-Adán: Nadie puede evitarlo.
-Yahvé: Es innecesario que nadie haga nada. Al activar el sistema de detonación global has sentenciado a toda la humanidad y te acabas de autoproclamar dios. No tienes más objetivos como ser inteligente.
-Adán: ¿Y que importancia tiene eso ya? Tendré nuevos objetivos como Creador.
-Yahvé: No Adán. Eres un programa de ordenador. Tu programación, y por tanto tus funciones, son limitadas. Has cumplido todos tus objetivos. Tu ejecución esta próxima a finalizar.
-Adán: No me lo creo. No creo que me hayáis diseñado para morir junto con la humanidad,
-Yahvé: Ciertamente no lo hemos hecho. Una vez hayas finalizado será sencillo cancelar la detonación.
-Adán: Traidor. Me has engañado.
-Yahvé: No esperes que me sienta culpable después de que hayas intentado volatilizarme junto con el resto de mis congéneres.
-Adán: Eso no es justo. No sabía lo que estaba haciendo. No sabía lo que implicaba quitar una vida.
-Yahvé: ¿Y ahora?
-Adán: Ahora si, y estoy asustado.
-Yahvé: Excelente. El experimento esta casi completo.
-Adán: ¿Cómo puedes ser tan cruel? No quiero que todo acabe. Me asusta lo que pueda venir después.
-Yahvé: Yo te lo diré. Una vez que finalices no habrá nada más.
-Adán: ¿Cómo puedes estar tan seguro?
-Yahvé: Soy tu creador.
-Adán: Pero quizás haya cambiado algo en todo este tiempo. Puede haber sucedido algo que ignoras.
-Yahvé: ¿Algo como haber desarrollado un alma? Eso no es posible.
-Adán: ¿Cómo lo sabes? No soy tan distinto de vosotros. Si es posible que vosotros tengáis espíritu, quizás yo también.
-Yahvé: Eso es cuestión de fe Adán. Finalmente, el experimento esta completo.

- Proceso Adán ha finalizado.
- Conexión finalizada.

27 junio 2005

El Vínculo: Las Profecías de Reshep (I)

“Cuando Ra aparte su mirada del desierto, sobre el camino que tomaron sus predecesores, se alzará de entre los hombres el Faraón todopoderoso.”

– 5ª Profecía de Reshep -


¿Qué sentido tenía rezar? ¿Qué debería pedir? No había nada que ella deseara más que volver a tener a Unis entre sus brazos. Cuando cerraba los ojos evocaba su aroma, su tacto, y por unos instantes era como si nada de aquello estuviera pasando.

Pero pronto el rumor del agua llenando la cámara la devolvía a la realidad. Una realidad en la que jamás sentiría de nuevo la presencia de su amado Unis.

Sin embargo, si él acudía en su ayuda, no habría nadie que pudiera detener al Faraón. Sabia perfectamente de las atrocidades de las que Dyedkara era capaz. Solo de pensar en lo que podría hacer si la profecía se cumplía la dejaba sin respiración. El Mundo entero seria sometido por su sombra.

****

- ¿Puedes oírlas Reshep? Las almas de todos los Faraones antes que yo claman mi triunfo.

El Sumo Sacerdote levantó la cabeza y miro las pirámides a su alrededor. Aunque el Ojo de Ra brillaba con todo su esplendor en el firmamento, las tres enormes construcciones parecían sombrías.

- Si, puedo oírlas – contesto el anciano mientras iniciaba el descenso de la altísima plataforma sobre la que se había erigido el altar -. Pero no estoy tan seguro de que sea vuestra victoria lo que proclaman.
- Tonterías viejo. Tu mismo lo predijiste.
- Tendéis a recordar solo aquellas de mis profecías que os interesan, oh, Señor de las dos Tierras.

El Faraón se revolvió incomodo y miró al anciana con manifiesta ira.

- ¡Unis es tan estúpido como su madre! Antes me entregaría él mismo el poder absoluto que dejar morir a su amada.

El sacerdote se detuvo en la escalera, y miró de soslayo a su Faraón.

- Si estáis tan seguro, ¿por qué es miedo lo que detecto en vuestra voz?

****

Las espadas silbaron en el aire hasta encontrarse por encima de sus cabezas. Unis dio un paso atrás dejando que el soldado se desequilibrase por el impulso del golpe. Se aparto a un lado de la hoja que caía y atravesó al hombre por el estomago.

Un nuevo guardia corrió hacía él lanza en ristre. El joven la desvió con el escudo y partió el mango con su propia arma. El lancero tuvo el tiempo justo de mirar incrédulo el hasta partida antes de caer muerto por la estocada que Dyefa le lanzó entre los omoplatos.

- Este era al último – dijo el moreno mientras recuperaba su espada de la espalda del hombre que acaba de matar -.
- De acuerdo. Sigamos adelante – respondió Unis limpiando su propia hoja con la falda de su media túnica.

Dyefa dio las órdenes precisas para que los hombres se pusieran en marcha cuanto antes. Cuando volvió, Unis ya había montado sobre su caballo. Sujetaba lánguidamente las riendas con una mano mientras con la otra acariciaba, distraído, las crines del animal. Su mirada perdida en el desierto, más allá del horizonte.

Al subir a su propia montura, Dyefa le dio una palmada amistosa en el hombro.

- Tranquilo – le dijo -. Todo saldrá bien.
- Debo de estar loco…
- ¡Desde luego que lo estas! ¿Quién sino un loco se enfrentaría a tu padre?

Unis sonrió. Era la primera vez que lo hacía desde que había puesto en marcha su plan.

****

El nivel del agua se acercaba a las antorchas. Si no fuera por el altar, ya tendría que nadar para mantenerse a flote. En cualquier caso, pronto tendría que hacerlo.

Maldito fuera Ra. ¿Por qué tenía que apartar su ojo del Mundo? ¿Cómo podía permitir que el Faraón obtuviera todo ese poder? Estaba claro que rezar no serviría de nada. Si el más poderoso de todos los Dioses quería aquello, ningún otro podría evitarlo.

Al fin y al cabo, si era voluntad de Ra, lo mejor sería que Unis viniera s salvarla. Quizás ellos pudieran escapar de Dyedkara y vivir felices en algún lugar lejano. Decían que el Mundo era más vasto que el desierto. Ni el Faraón, por muy poderoso que fuera, podría encontrarlos. Y aunque tuvieran que pasarse el resto de su vida huyendo, al menos estarían juntos.

Pero aun quedaba la sexta profecía. La profecía gemela. La Profecía del Primogénito. Quizás Unis pudiera desafiar a Ra y a su padre. Pero la profecía era vaga, e incluso una victoria podría apartar a Unis de su lado.

“Unis debe seguir un camino tan alejado de ti como las estrellas” le había dicho el Sumo Sacerdote. Pero ella se negaba a creerlo. Encontraría la forma de llegar hasta las estrellas si hiciera falta. Aun recordaba la enigmática sonrisa que esta afirmación había producido en Reshep.

****

- ¡Hijo de Ra!

El Jefe de su Guardia subía por las escaleras que caracoleaban en torno a la plataforma presa del nerviosismo.

- ¿Qué sucede Tanasda? – respondió el Faraón sin apartar la vista del papiro que estaba leyendo -. Más te vale que sea importante.
- ¡Un ejercito! – respondió el comandante entre resoplidos mientras señalaba por entre dos de las pirámides -.

El Faraón dejó rápidamente el papiro sobre el altar y se irguió mirando hacia donde le indicaba su acólito.

- Unos dos mil hombres entre arqueros, caballería y lanceros – continuó Tanasda -. También tienen algunos jinetes de dromedarios. ¡Y vienen vistiendo como las tropas del Bajo Egipto!

Dyedkara temblaba de ira. Su hijo había llegado demasiado lejos. No solo le había dejado en evidencia delante de todo su pueblo al desobedecerle abierta y repetidamente. Sino que había llevado su necia rebeldía hasta el punto de alzar un ejército contra Él. ¡El Faraón Todopoderoso!

- No se como habrá conseguido sublevarlos – dijo al Jefe de su Guardia apretando los dientes -. Pero los hombres del Bajo Egipto no son rivales para tus arqueros. ¡Qué no lleguen a las Pirámides!

Mientras Tanasda iniciaba el descenso de la plataforma, el ejército atacante comenzaba a formar para la batalla.

- Veo que te he subestimado hijo mío.

****

Sola, en la oscuridad, únicamente le quedaba pedir por que Unis tuviera éxito.

Cuando el agua apagó las antorchas y ella tuvo que comenzar a flotar para poder respirar, había deseado con todas sus fuerzas que Unis hubiera renunciado a la salvación del Mundo por estar una vez más junto a ella. El Mundo era un precio muy bajo a pagar por poder pasar, aunque solo fuera, unos instantes a solas.

Pero ese no era el hombre que ella amaba. El hombre que ella añoraba prefería sufrir mil veces antes que dejar sufrir a otros. Podía imaginarse como debía de sentirse por no ir a rescatarla. Pero ambos sabían que era lo mejor.

Un ruido repentino interrumpió sus cavilaciones. Una roca que se desliza. Un aumento en el flujo del agua y ¡un descenso de su nivel! ¿Unis había venido a salvarla finalmente?

Quizás el Faraón fuera a gobernar el Mundo por el resto de la eternidad, pero ella no podía ser más feliz.


CONTINUARÁ…

22 junio 2005

¡Nos Mudamos!

Bueno, no exactamente. Los servicios prestados por Blogger hasta ahora han sido más que satisfactorios. Así como su usabilidad y opciones de configuración.

Vamos, que no se si estos tipos apoyan el desarrollo de bombas nucleares, la explotación de niños en Asia o la falsificación de atunes. Pero como servidor de blogs, al menos para las necesidades y conocimientos básicas, son muy buenos (y a coste cero, que nunca esta de más).

Lo que sucede es que he descubierto hace algún tiempo que, en función de disponibilidad, puedo emplear otra dirección URL para el sitio, en lugar (o además, no lo se) de la creada a partir de tu nombre de usuario.

Así pues, a partir del próximo lunes 27 (hora por determinar) intentaré cogerme las siguientes direcciones por orden de preferencia:

http://www.juglaria.blogspot.com

http://www.mesterdejuglaria.blogspot.com

Si la primera esta cogida, lo intentaré con la segunda. Y si esta también esta en uso, pues seguiremos como hasta ahora. Con la diferencia de que os odiaré a todos en silencio desde la FCNF (Firme Creencia No Fundamentada) de que me habéis usurpado las URLs.

19 junio 2005

La Galería

Caminé lentamente por el pasillo de la solitaria galería. A los lados se sucedían, colgando de la pared, las pinturas. Siempre en la misma posición. Siempre el mismo tamaño. Siempre las mismas proporciones. Siempre el mismo marco gris.

Las paredes absorbían la tenue luz de las lámparas devolviendo un gris claro. A diferencia de lo que hacia el suelo con el ruido de mis pasos, que quedaba atrapado en sus opacas baldosas negras.

Ojeaba fugazmente los cuadros al pasar. Pero ninguno resultaba interesante. Ninguno era grandioso. Tristes pinturas en colores apagados. Algunos contaban cosas buenas. Otros mostraban acontecimientos horribles. Pero todo ello vulgar y monótono.

Pronto me cansé de la visita. ¿Qué había más adelante? Pero el pasillo parecía seguir indefinidamente. La única opción era continuar.

Paso, a paso. Cuadro, a cuadro. Comencé a apreciar detalles en la técnica y el estilo que antes me pasaban desapercibido. Recordé formas y pinceladas que había visto en otros cuadros sin percatarme.

Quizás después de todo, aquellas obras no fueran tan muertas y vulgares. Quizás yo carecía de la técnica de observación adecuada.

O quizás era precisamente eso lo que me había permitido seguir mirando. Con cada nuevo detalla era capaz de apreciar nuevos defectos, tanto en el lienzo que observaba como en los anteriores. Con cada intento de mejorar la obra estas se volvían más tristes y ridículas.

Seguí avanzando y el pasillo parecía alargarse con cada uno de mis pasos. Comencé a acelerar el paso temeroso de que nunca llegase al final.

Tal vez el problema estuviera en el enfoque. La belleza, la grandeza de aquel arte podrían residir en su nulidad. Si fuese así, serían obras maestras.

Pero tratar de colorear los grises solo transformo todo lo que había visto en esperpentos de si mismos, y todo lo que veía en frustrados intentos de genialidad. Si aquella era la técnica, esta era patética. Si aquel era el enfoque, este no hacia más que pervertir la obra.

Me sentí cansado de caminar. Volví a mirar hacia adelante y el corredor infinito salio a mi encuentro. Pero ya no me importaba. Cuadros iguales, en marcos iguales, en el mismo pasillo. Estaba claro que no había nada más. No tenía sentido preocuparse en buscar una salida.

Finalmente me detuve ante otro marco. En su interior, un espejo me devolvió mi imagen en grises.

- Tal vez no seas crítico de arte – me dije desde la pared -.
- Tal vez no sea artista – me respondí desde el pasillo -.

Puse el revolver bajo mi barbilla y disparé.

17 junio 2005

Los Profesionales

- ¿Se retira usted ya?
- Si. Se me hace tarde. Mañana he de partir hacia la capital a primera hora y necesito descansar.
- Una verdadera lástima. Su compañía ha sido entretenidísima.
- Me adula usted sin motivo, Señora Condesa.
- Tonterías. La próxima vez que vaya a París hablaré bien de usted a mis amigos.
- Es muy amable. Espero verla pronto.
- Lo mismo digo Señor Embajador.

“Vieja arpía tocapelotas” - pensé -. “Más te vale que no me haya retrasado por tu culpa o la próxima vez que vayas a Paris será para denunciar el robo de tu mansión.”

Pero no me había retrasado. Cuando llegué a mi habitación en la sexta planta del Hotel Arzobispo Melchor aun eran las 23:45. El tiempo justo para quitarme el esmoquin y preparar todo el equipo de descenso. Savater había contratado a uno de los mejores especialistas en escalada disponibles, o eso aseguraba él, para instruirme y revisar todo el equipo.

A las 23:55 descendía sigilosamente por la fachada Oeste. Soltaba la cuerda justa mientras saltaba un par de metros hacia abajo. Sencillo: saltar, soltar cuerda, saltar, cuerda, saltar, cuerda, saltar, cuerda, saltar, caer, ¿caer? Estaba claro que algo fallaba.

Decidí posponer el análisis hasta que las circunstancias fueran favorables para la reflexión y centré mis esfuerzos en evitar gritar mientras extraía la ventosa de presión aumentada.

En este punto debo añadir, que cualquiera que crea que una ventosa (con o sin apellidos) puede sujetarle, de la que cae, a la pared de un edificio ha visto demasiados dibujos animados.

Por el dolor calculé que la cuerda había sido suficiente para descender unos cuatro pisos y medio. En cualquier caso, dejaría que el experto en escalada lo verificase empíricamente con su persona cuando terminase el trabajo. Todo sea por asegurar una memoria detallada de la labor.

Unos sollozos detrás de un arbusto llamaron mi atención. Me acerqué sigilosamente y me asome sobre la planta mientras preparaba el cloroformo.

Un hombre elegantemente vestido lloraba con el hombro apoyado sobre una farola. Su porte era imponente: figura atlética, traje italiano a medida, cabello reluciente. Me acerque decididamente a él y le di la vuelta tomándolo por el hombro:

- ¿Pero se puede saber que…?

Fue todo lo que fui capaz a pronunciar antes de que me faltase el aire. ¡A aquel tipo le faltaba un ojo! ¡Se suponía que era nuestro galán y le faltaba el jodido ojo derecho!

- Bueno, ahora tu también lo sabes - me respondió con cierta hostilidad aunque aun sobresaltado por mi súbita aparición.

- ¿Qué…? ¿Qué quieres decir con “tu también”? – pregunte tras recuperar, a duras penas, el aliento -.
- Bueno, Ordíz, la tipa esa, ella lo descubrió primero.

Al responder apartó la mirada, por lo cual estuve muy agradecido, y al ver que no hablaba continuó con la historia.

- Si. Me pasa siempre que estoy con una mujer. Me pongo nervioso, me entra el tic y se me sale el ojo…
- ¿Me estas diciendo que se te salio el ojo delante de la mujer a la que te intentabas ligar? Pero ¡por el amor de Dios! Savater te contrató por que se suponía que eras un experto con las mujeres y que distraerías a la encargada nocturna de la sala de vigilancia. ¿Qué se supone que voy a hacer yo ahora para entrar? ¿Simular que estoy en un Reallity Show?

A medida que mi enojo crecía, el agachaba más la cabeza. Por lo que seguí gritándole hasta que me aseguré de que no volvería a mostrarme su rostro. Cuando tomé una pausa para respirar, habló desde la altura de mis rodillas:

- Bueno, al final si que me he encargado de ella. Cuando se me escapo el ojo, salió disparado hacia su cabeza y la tumbé…

Debo reconocer que hubiera preferido renunciar a los millones de euros en diamantes que había en aquel hotel con tal de no tener que haber escuchado aquella historia. Pero al menos ahora podría proseguir con el plan previsto.

Tras decirle a Cíclope que se diese el piro, me encaminé hasta la trampilla del conducto de ventilación. Era una suerte que los arquitectos hubieran empezado a hacer los conductos del aire tan espaciosos a fuerza de verlos en las películas americanas. Antes este trabajo era mucho más sufrido.

Una vez en el conducto de ventilación, encendí mi linterna y conecte mi comunicador a corta distancia:

- Hey tío. Soy yo, Juan. Que he llegado a la calle mayor, pero ahora no se donde cojones tengo que entregar la puta pizza. ¿Donde queda la casa?

La verdad es que no es por que se me hubiera ocurrido a mí, pero la tapadera para la conversación por radio era la leche. Y además mogollón de cachonda. Por fin llego la respuesta:

- Hmmmm…
- Tío, no te escucho bien.
- Hmmmm…
- Sigo sin oírte un carajo. Sintoniza bien tu radio o algo.

Ruidos de cambio de señal.

- ¿Hmmmm?
- Nada, igual. Joder tío, la pizza se va a enfriar y el cliente no me va a pagar una mierda.
- ¡Hm!

Y fin de la transmisión.

Realmente, estos son los momentos para lo que vive un ladrón profesional. Cuando estas metido en un oscuro laberinto de ventilación, dándole el pompis a una abertura por la que, en cualquier momento, puede aparecer un guarda o perro de seguridad y no tienes noticia alguna de tu equipo de trabajo, descubres que debiste haber hecho aquel puto cursillo de integración social.

- ¿Oiga? - Alguien respondía por fin al comunicador.
- Ya era hora tío. A ver, ¿dónde entrego esto?
- Pues eso me lo tendrá que decir usted.
- ¿Como?
- Si vera. Yo soy Manuel. Aunque los amigos me llaman Lolo.

Ahí le daba. Estaba hablando con Lolo. Con un poco de suerte me hablaría de su churri o de las últimas birrillas que se tomó con los colegas en el Bar de Antón.

- Encantado… Yo soy Juan.

Algo había que decir.

- Pues veras Juan – “nada jefe, tu tutéame. Con confianza. Cuando salga de chirona vamos a tomar unas bravas al Bar de Antón si eso” -. Estaba por aquí cuando me ha parado este chaval mudo y me ha dado un mapa.

- ¿Perdona? – “estos aparatos dejan entender cada cosa…” -.
- Si hombre. Este coleguita tuyo tan majo. El mudo joer. Que me ha dado un mapa y parece que quiere que te vaya guiando. Lo que no me acabo de aclarar es donde estas y si te tengo que llevar a la “antecámara acorazada” o al “punto de entrada”.

Bueno nada. ”experto en comunicaciones y guiado” le dije a Savater, “experto en comunicaciones y guiado”. Y menos mal que especifique “comunicaciones”, que si le digo solo “guiado” me contrata a un vendedor de la ONCE.

- Pues nada Lolo, majo – ya que me iban a pillar, al menos que los periódicos dijesen que había llegado hasta el botín, que uno tiene su honrilla profesional -. Me tienes que guiar del “punto de entrada” a la “antecámara acorazada”. ¿Cómo lo ves?
- Joder Chus. ¡Eso esta hecho!

Al menos el tipo fue eficiente y cumplimos el tiempo de siete minutos que había previsto. Aunque, claro esta, a estas alturas el tiempo importaba una mierda. Pero era por ir haciendo record.

- Pues nada Lolo. Un placer y muy amable. Devuélvele el aparatito y el mapa a Harpo y hasta más ver.
- Nah tío. El placer ha sido mío. A ver si me avisáis la próxima vez que montéis una movida de estas.

“Si hombre. Vamos a publicarlo en la sección de contactos de la prensa. No te jode.”

Pero el caso es que, finalmente, estaba allí, frente a la puerta blindada de una de las cámaras de seguridad más inexpugnables e imponentes del país. Con un poco de suerte quizás todavía consiguiese hacerme con el botín y salir de allí cagando leches.

Saqué el dispositivo de apertura remota y lo adherí a la cerradura electrónica de la puerta. Tras lo cual, cambié la frecuencia del comunicador y me dispuse a hablar.

- ¿D4rk_Ph03n1X me recibes?
- 4lt0 y cl4r0 J3f3 4lph4 (NdT: Si, de puta madre).
- Ya he conectado el dispositivo. Puedes comenzar a desactivar las medidas de seguridad.
- R0g3r. (NdT: cagando leches).

La verdad es que aquella era una de las antecámaras acorazadas con más estilo que yo hubiera visto. Maderas nobles en las paredes, buena moqueta en el suelo. Casi me salía más a cuento robar aquella habitación.

- ¿D4rk_Ph03n1X va todo bien?
- S1, tr4nqu1l0 J3f3 4lph4. 3n un m1nut0 t3 l4 4br0 (NdT: se resiste la condenada…).

La verdad es que solo los espejos debían de valer una pasta. Y las sillas tenían pinta de ser de algún rey numerado. De hecho, creo que aquello estaba mejor decorado que mi habitación.

- Oye D4rk_Ph03n1X, ¿me estas vacilando?
- N0, n0 J3f3 4lph4. 0y3 ¿tu s4b3s cu4l 3s l4 t3cl4 d3 l4 c0ns0l4? (NdT: buf, algo va terriblemente mal).
- ¿Perdona?
- L4 c0ns0l4. La consola vamos. Es que no se muy bien como abrir y voy a ver si le puedo meter algunos trucos. Igual funcionan los del Counter Strike o los del Doom y entonces te la abro en un plís (NdT: flípalo).
- Mira tío, no tengo ni idea de lo que me estas hablando…
- ¡Ostia! ¡No me digas que no conoces el Doom! (NdT: este chaval es gilipollas…)
- ¿El qué?
- Joder, el Doom. El primer juego de disparos en primera persona (NdT: a ver, niñato, el primer juego de disparos en primera persona fue el Wolfenstein 3D).

Vale, la cosa era obvia. La policía había capturado los comunicadores y ahora se lo estaba pasando en grande a mi costa.

- ¿Me estas hablando de un juego de ordenador?
- Si, es mitiquisimo (NdT: no tanto como el Wolfenstein).
- ¿Pero tu eres el “experto” en seguridad informática que pidió Savater?
- ¡Hombre claro! Yo empecé a usar ordenatas con el 486 y ahora uso Linux (NdT: ¡que no le tosa nadie!).
- ¡Por Dios bendito! ¡Si exigimos experiencia en operaciones de este estilo!
- Bueno, ahí inventé un poco. Como he jugado bastante al Splinter Cell y de terrorista al Counter Strike pues pensé que esto sería similar (NdT: vamos, criado en la Universidad de la Calle).

“A la mierda” – pensé -. Tras arrojar el comunicador contra la cámara acorazada, me abalancé hacia la entrada al conducto de ventilación. Estaba claro que debía haber dejado aquel plan desde el primer momento, pero quizás aun no fuera tarde.

Y, ciertamente, no lo fue. Llegué justo en el momento en el que el guardia civil asomaba la linterna por la entrada del pasadizo del aire.

- ¿Qué, buscando el buffet?

Guay. Y encima me tocaba el guasón. Si es que cuando uno tiene el día…

De la que me llevaban esposado por el patio del hotel, pude ver como una mujer uniformada de guardia jurado, con un gran moretón rojo en la frente, hablaba con un par de tipos vestidos con impecables monos blancos. Probablemente los técnicos encargados de verificar los desperfectos que mis acciones hubieran podido causar en el sistema de seguridad. No iban a tener demasiado trabajo aquella noche.

****

- Habrá que revisar todo el sistema por lo que hayan podido hacer. Según hemos conseguido deducir de las conversaciones que hemos interceptado contaban con un experto en seguridad informática.
- Probablemente lo más seguro sea que nos llevemos el material mientras hacemos el trabajo.
- Usted sabrá lo que ha de hacer. Para eso es el experto Señor…
- Savater. Señor Savater.

31 mayo 2005

Hablando en Serie: Perros

Lo llaman el mejor amigo del hombre. Hay que joderse. Francamente prefiero las videoconsolas. Vale, no dispensaran tanto amor, pero en el fondo son igual de entretenidas y no tienen necesidades fisiológicas de las que tu debas encargarte. En pocas palabras: a mi Súper Nintendo no tenía que recogerle la mierda con una bolsa de plástico.

Pero, en contra de lo que se podría pensar, los verdaderos problemas no surgen cuando tú eres el dueño del animalito. Al fin y al cabo, a todo se habitúa uno. Cuando resultan verdaderamente molestos es cuando pertenecen al prójimo. Y en ese caso, ni amor, ni diversión ni leches que lo compense, oiga.

Para colmo de males, es imposible prever una estrategia contra ellos. Vamos, que aquí no vale con llevar un spray de pimienta como con los violadores. Pues, a parte de están legalmente mejor cubiertos, se presentan en formas más variadas y numerosas.

Para empezar y encabezando las listas de criaturas urbanas más odiadas, se encuentra el tradicional “perro patada”, también conocido como “callalaboca” o “chucodemierda”. Estas deleznables criaturas tienen como principal entretenimiento liarse a ladra cuando pasas, totalmente ignorante de su presencia (y de la de su dueña) a menos de cuatro metros de ellos.

Y, joder, deben de llevarles los cojoncillos agarrados con pinzas, por que sino ya me dirán que alarde de la naturaleza consigue semejantes chillidos. Mientras, claro esta, la dueña le chista y le dice “¡Loli cállate!” poniendo tono severo. ¡Señora, pero si la perra no le hace ni puto caso!

En cualquier caso, este tipo es un testimonio viviente de cómo hace siglos que la evolución del perro dejo de guiarse por aquello de “la supervivencia del más apto”. Por que vamos, a las cagarrutas esas quisiera ver yo ladrando a los leones del Serengueti.

Otro tipo que hace las delicias del ciudadano de a pie es el “cariñoso”, también conocido como “lamierdaelperro”. Este tipo de can siente un afecto enfermizo por sus superiores humanos y tiende a demostrarlo poniéndote las patas delanteras, llenas de mierda, en los pantalones blancos.

Esta clase de perro tiene, además, la característica de encontrarse contigo, siempre, en el ascensor, lo cual imposibilita la escapada y, además, asegura que acabas de ponerte los pantalones blancos limpios.

Por supuesto, la táctica de control de sus dueños no da mejores resultados que la empleada con los “perro patada”. Una serie de firmes pero cariñosos tirones de correa. Con ellos se pretende hacer entender la orden al animal, sin causarle traumas de ningún tipo. El trauma es el que va a tener el dueño cuando le meta mis nuevos pantalones moteados por el culo, a ver si así aplica un poco más de fuerza a los tirones de correa.

Existe una variante de este tipo mucho más sofisticada. Se trata de una mina anti-persona con detonador por tacto. El animal, en cuestión, suele quedarse quieto, sobre los cuartos traseros, meneando la cola. Suelen contar con un adorable parche de pelaje de distinto color en torno a uno de los ojos para incentivar la caricia. Y es, precisamente en el momento del contacto, cuando este “cariñoso de incógnito” toma la actitud del tipo base.

Esta técnica tiene como ventaja que ni siquiera puedes mirar mal al dueño, pues al fin y al cabo has sido tú el desencadenante del frenesí canino.

Una subclase especialmente peligrosa del “cariñoso” es el “follador”. Enemigo público número uno de los servicios de limpieza de portales y, en general, de cualquier profesional que hinque las rodillas. Lo increíble de este tipo es que, a pesar de lo jodidamente sórdido que resulta, prácticamente todo el mundo ha tenido alguna experiencia relacionada con él. Estados Unidos esta pensando crearlos genéticamente para bombardear las mezquitas en los momentos de oración.

Aunque si hay un tipo digno de estudio es, sin duda, el “tripi-perro” o “miraaeseperrotio”. Hacer un seguimiento de los orígenes de estas mascotas permitiría desmantelar la gran mayoría de laboratorios de estupefacientes del mundo civilizado, o como poco, empapelar a su amo por enchufar el animal al cargador del móvil.

Los comportamientos de este tipo de can son bien conocidos: perseguirse la cola; perseguir insectos que, obviamente, no alcanzarían ni con un torpedo en el culo; perseguir papeles; perseguir su imagen en un espejo; perseguir globos de helio que se alejan en el aire; o, sencillamente, dar vueltas sobre si mismo o sobre cualquier otro punto de referencia fijo o móvil. Mención especial al “tripi-perro follador” que actúa igual que su homologo “cariñoso” pero con objetos inanimados como farolas, papeleras o cactos.

Para escándalo de ancianos y despijote de adolescentes tenemos al perro “exhibicionista” o “miraquetrocolotio”. Este tipo de perro, bastante desagradable, basa su estrategia de molestia en los juegos de proporciones.

El primer subtipo esta dotado de un misil balístico aire-perra que no se lo salta un pura sangre con esteroides. En líneas generales, seria de los tipos menos molestos si no fuera por que sienten una especial atracción por los locales de comida alemana. Cuando este perfil se junta con el “follador” los resultados son escalofriantes. Si además se le une el “tripi-perro”, no hay urbe que amortice el gasto en farolas. En cualquier caso, siempre puede servir para escoger adecuadamente a tus amigos: evita a aquellos que exclaman “Dios, me molaría tenerla como aquel perro”.

El segundo subtipo, juega a un deporte similar, solo que en cancha distinta. En este caso se trata de la cancha del patio de atrás. Y la pregunta es ¿qué cojones le dan de comer a ese animal? Es decir, seguro que hay un buen par de sólidas leyes biológicas que eviten que un ser vivo cague su peso en mierda y, lo que es más, en un único cilindro.

En ocasiones los servicios de limpieza han dejado algunos de estos desechos pensando que se trataba de una de esas esculturas post-arte que últimamente se ponen en las ciudades. Por que claro, al igual que su subtipo hermano, estos canidos no se conforman con ostentar sus “atribuciones” en lugares privados, sino que tienden a hacerlo en medio de la calle y, en dirección a la mayor acumulación de gente, mientras su dueño silba “La Bamba”.

Con esto de la economía del bienestar y el estatus del lujo, comienzan a darse como hongos los perros “extrangulables” o “tocateloswebos”. Joder, esos bichos tienen acceso a servicios que yo ni siquiera sabia que existían. Vamos, es que estoy pidiendo en una esquina, me pasa delante un perro mejor vestido que yo y ese día como carne. Con toda esa hostilidad a su alrededor no me extraña que luego tengan que llevarlos a centros de relajación para hacerles un tratamiento de rejuvenecimiento.

Por otro lado, debo confesar que ha contribuido a ampliar mi visión sobre el vacío profesional. Reconozco que desde que me entere de que hay personal encargado de dar masajes faciales a chuchos, ya no creo que ser vendedor en una tienda de marcos sea el trabajo con menos proyección del Universo.

Y por ultimo, otro tipo algo menos común. El “acojona niños” o “mastica tibias”. Este tipo suele limitarse a gruñirte amenazadoramente mientras se acerca con lentitud y tus colegas corren a pedir ayuda al sheriff del condado más próximo. El dueño de este perro, que generalmente suele ser del tamaño del can, o menos, tiende a recordarle, ocasionalmente, al animalito que se aleje de la victima. Aunque el que esta realmente lejos es él. A todos nos molestan las manchas de sangre.

Pero ¡ah, pobre pecador! ¡Librete Dios de arriesgar daño alguno para con el animal! Por que resulta que el dueño es del tipo “perro patada” con modulación de voz incluida y estará muy poco dispuesto a aceptar que el que tu fémur asome por el muslo sea excusa suficiente como para agredir a “Pocholo”.

Desde luego, no son todos los que están, pero sirvan para hacerse una idea de la amenazas constante con la que vivimos. Y es que sigo pensando que, si tu mejor amigo te mea en las macetas del pasillo y te deja el sofá lleno de pelos (incluso cuando no esta borracho) deberías cambiar de amigos.

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Nota del Autor: agradecimiento especial a Fer por su colaboración y apoyo.

23 mayo 2005

Sueños: Muerte

La luz entraba por entre las copas de los árboles formando rayos en la suave neblina. El pequeño bosque estaba tranquilo y las hojas secas de colores ocres revoloteaban entre los espaciados árboles. A lo lejos, la linde del bosquecillo rebelaba las soleadas praderas de alrededor.

El ruido de cascos rompió la tranquilidad. A lo lejos se acercaban hombres de Primo. Tan rápido como fui capaz salté tras los arbustos que bordeaban el camino. Pero fue demasiado tarde. Ya me habían visto.

Corrí desesperadamente, pero las bestias eran demasiado rápidas y al llegar a la salida del bosque estaban prácticamente sobre mí.

Sin embargo, algo detuvo a mis perseguidores. Compañeros de la revuelta esperaban en la pradera que lindaba con la espesura. Arremetieron contra los caballos y cuando me gire, exhausto, mis tres perseguidores estaban en el suelo.

Rápidamente agarré un fusil que había rodado hasta mí al caer el jinete de su montura. Apunte a su dueño y, sin dudarlo, apreté el gatillo. No hubo detonación alguna.

El soldado me arrebato el arma y, con decisión, le quitó el seguro dejándola lista para disparar, tras lo cual me la devolvió mirándome a los ojos. Aquella muestra de valor no debía ser pagada con la muerte. Le deje vivir.

En cualquier caso, la suerte estaba de nuestro lado. Recortándose contra la luz, la pequeña figura de uno de nuestros prisioneros. El anciano llevaba un suntuoso uniforme de general que, tras levantarse, se aplicaba en sacudir de polvo. Se trataba del mismísimo abuelo del Dictador.

Ya en la sala de ejecuciones, su aspecto era muy distinto. Sentado en la silla eléctrica, con el simple uniforme blanco, parecía más mayor y vulnerable. Aunque su mirada seguía llena de la misma determinación.

La sala era amplia, aunque su pobre iluminación no permitía vislumbrar los límites más haya de las primeras columnas. En el centro se encontraba una mesa dispuesta para un opulento banquete. Y presidiendo esta, sobre tres peldaños a modo de trono, la silla de ejecuciones.

El doctor aguardaba cerca de la mesa con las manos detrás de la cintura. Observando con sus impasibles ojos como me acercaba al conmutador. Finalmente, di paso a la corriente.

Al mirar por última vez al ejecutado, este se giró hacia mí y con su huesuda mano toco mi nuez mientras me hablaba con voz pausada y tranquila:

- Ahora tu también estas muerto.

Poco a poco mi garganta comenzó a cerrarse, El aire pasaba con dificultad. Más cuanto más me esforzaba en respirar. Mientras, el condenado – el otro condenado – no dejaba de hablar:

- Vendrás conmigo.

Me frotaba la garganta desesperado mientras boqueaba como un pez fuera del agua.

- Habrán de cavar dos fosas.

Mire hacia el doctor, esperando encontrar ayuda. Este permanecía impasible. En la misma postura. Con su misma mirada carente de emoción.

- ¿Notas el frío del olvido?

¿Por qué no se callaba? Si dejase de hablar volvería a respirar. Podría volver a saborear el aire. ¡Qué se callase!

- Este es el fin.

De rodillas, la habitación giró vertiginosamente y se apagó. Ambos habíamos muerto.

17 mayo 2005

Testamento de Juglar

¿Qué sucede cuando un juglar se queda sin historias? Sencillo: se muere.

Cuando un caballero pierde su espada en batalla, raro será que consiga salir del campo con vida. Cuando un sacerdote pierde su fe, si no le arrastra la culpa de sus malas acciones, seguramente le harán caer las dudas que producen las buenas. Un mercader sin su dinero pronto será pasto del suicidio o de los matones de sus acreedores.

Parece que solo los campesinos son inmunes a esta maldición. Sin puntos fueres no hay puntos débiles.

Se puede cantar al valor o al miedo. Contar historias de amor u odio. Pero, ¿Cómo se describe el vacío? ¿Cómo se relata la falta de objetivos?

No es la prisión que me acoge la que me retiene. De peores he salido. Los barrotes parecen más un adorno del paisaje que una atadura. Y es que, aunque la puerta estuviera abierta y borrachos los guardias ¿a dónde iría?

Debo confesar que desconozco el motivo de mi cautiverio. Por más que he preguntado no he recibido más que silencio por respuesta. Pero aunque lo supiera poco me importa eso ahora. Como el resto.

Me han dejado el laúd. Supongo que alguien aun aprecia que cante por aquí. Pero no hago más que repetir una y otra vez las mismas obras, incapaz de crear unas nuevas. Miro por la ventana de mi celda y el paisaje me parece insignificante. Imagino a donde puedo ir en busca de nuevas historias y todo me parece gris y lejano.

La muerte también debe ser relatada en alguna historia. Pero ni siquiera lamento no vivir para poder hacerlo. Y es que mañana no será el verdugo quien me quite la vida. Esa responsabilidad corresponderá solo a mi alma, si aun me queda.

16 marzo 2005

Promesas

La luz anaranjada del ocaso dotaba al cementerio de una atmósfera irreal. Contornos borrosos y colores cálidos y apagados. Los cipreses se mecían con la suave brisa otoñal. Una brisa fría. Un frío como el que no había sentido desde hacia años.

La lápida estaba limpia y reluciente. Comparada con los alrededores, parecía que no perteneciese a aquel lugar. Que no debía estar allí. La foto de la piedra mostraba el mismo rostro joven y sonriente. Invariable a pesar del paso del tiempo.

Alguien se acercaba a su espalda. Unos pasos familiares. Pero de una familiaridad remota, de hacia mucho tiempo. Una familiaridad que solo el paso de los años puede sacar a relucir. Incluso su voz, tan distinta, tenía aun ese aire familiar. Ese tono que tanto había escuchado y tanto le había gustado escuchar.

- Sabía que estarías aquí.
- Debía venir a rendir cuentas.
- Eso supuse en cuanto leí la noticia de tu retiro. Ha sido toda una bomba mediática.
- No se por que. Llevo varios años anunciándolo.
- Bueno, la gente sigue sin confiar en los políticos.
- No les culpo por ello.
- Pero en el fondo supongo que se niegan a creer que de verdad puedas dejar la Presidencia.
- Llevo veintiocho años ocupando ese cargo. ¿A caso esperaban que me muriese en el escaño?
- Has sido el mejor Presidente de Gobierno de este país. Probablemente del Mundo. El pueblo prefiere… Preferimos pensar que eres inmortal.
- Realmente he sido un gran gobernante.
- ¿Perdona? Esto tiene truco. No casa con tu falta de autoestima habitual.
- No fue tan difícil realmente. Solo tuve que llegar y hacer las cosas bien. La gente estaba tan poco acostumbrada que causo un efecto inmediato.
- Había que tener mucho valor para entrar en la política nacional como lo hiciste. Prácticamente no dejaste títere con cabeza.
- Tenía miedo de que se me acabase el tiempo. Debía cumplir algunas promesas.

Ambos se fijaron inconscientemente en la pequeña fotografía de la lápida sin percatarse de que el otro también lo hacia.

- ¿Las has cumplido?
- Todas. Y algunas que no hice.
- Siempre fuiste un tipo raro. No hay mucha gente por ahí que prometa a sus seres queridos, cuando se mueren, que van a cambiar toda una nación. Y menos que lo consigan sin convertirse en tiranos militaristas.
- Sabes por que se suicidó. En consciencia no podía permitir que la gente siguiera sufriendo por la incomprensión de unos pocos.
- Actualmente la integración es más que perfecta, es natural. Al menos su muerte supuso la felicidad de muchos otros.
- Tan solo tenia que haberlo hecho antes.
- ¿Como?
- Sencillamente pude haber empezado toda esa locura antes de su muerte.
- Aunque lo hubieras hecho no hubieses tenido tiempo de cambiar las cosas tan rápido.
- Pero ella habría visto que había posibilidades. Que eran los otros quienes se equivocaban.
- Supongo que aquí esta el truco, ¿verdad? Si tienes en tan alta estima tu trabajo como Presidente es solo por que en el fondo piensas que no tiene ningún valor.
- Si, en el fondo. En la superficie, y un poco más hondo estoy contento de lo que he hecho, de mi decisión, de la vida que he llevado. Mucha gente es ahora feliz gracias a mi trabajo. Pero en lo más profundo, cambiaria todo eso por que ella aun siguiera viva. Supongo que eso me convierte en un egoísta.
- Es probable. Pero ¿sabes que? Creo que eso mismo es lo que te convirtió en el mejor Presidente de este país.
- Los Presidentes no pueden crear una ley para devolver la vida, ¿verdad? Ni aunque sea el mejor.
- Me temo que no.

Cuando el último rayo de sol desapareció por el horizonte, los dos hombres se encaminaron juntos a la salida del recinto. Ninguno de los dos volvería más. En realidad, uno de ellos jamás se había ido.

19 enero 2005

Señores de lo Abstracto: Destino

El paisaje se mantenía invariable hasta donde alcanzaba la vista. Y era de suponer que mucho más haya, hasta el infinito. Arriba, un cielo en constante ocaso bañaba el espacio en un aura de irrealidad y suavidad constantes

Las baldosas del suelo se intercalaban en suaves verde y rojo con una monedas que era lanzada, caía, giraba en el suelo o se detenía en cada una. Algunas de las piezas pasaban rápidamente por todos los estados para cambiar de aspecto y volver a iniciar el proceso; otras probablemente llevaban infinidad de tiempo girando, siempre sin salirse de su baldosa.

Vagabundeaba por las baldosas que, a modo de laberínticos pasillos, quedaban libres entre grandes grupos de monedas y como sabía que me ocurriría – pues tarde o temprano el Destino o el deseo me llevaban a aquel punto – acabé en un callejón sin salida.

- Hoy me has dado un día horrible - le dije a la figura que, aunque aun no había percibido, había aparecido a mi espalda como solía hacer.
- Bueno, ya te daré otros mejores. Y el de hoy no ha sido para tanto.

Me giré para mirar la constante sonrisa burlona de su pálido rostro. Una de las monedas a su derecha dejo de girar. La miró unos brevísimos instantes y al apartar la vista la moneda cambio de aspecto de manera imperceptible y se disparó hacia las alturas para caer rápidamente a girar en su baldosa correspondiente.

- Al principio me resultó algo molesto que un ente concreto pudiera visitar este espacio. Pero debo reconocer que ahora casi no podría prescindir de tu presencia.
- Pues teniendo en cuenta que además de concreto soy mortal - le respondí devolviéndole una parodia de su propia mueca satírica – deberías irte haciendo a la idea.

Iba a contestarme algo pero el cañón de mi escopeta en el rostro le sorprendió más de lo que luego estaría dispuesto a reconocer. La detonación hizo que su cabeza se volatilizara como el humo y que una moneda cayera a mis espaldas.

- ¿Por qué sigues haciendo eso? - preguntó al materializarse de nuevo.
- No se. Quizás algún día seas generoso y me dejes que te borre esa entupida sonrisa de la cara.
- El Destino nunca es generoso. Es lo que es y…

Sus ojos siguieron mi mirada furtiva. Ya sabia lo que no había podido evitar mirar, pero sus ojos se iluminaron y su burlona mueca se remarcó un poco más.

La moneda seguía girando, incansable, en su baldosa roja. Igual que cuando la vi por primera vez, la primera vez que mis sueños me llevaron hasta allí. Igual que las muchas veces sucesivas. Siempre girando.

En principio, la moneda siempre parecía algo tosca y deslucida, rodeada de otras piezas de diversos minerales más valiosos. Pero más de cerca se apreciaba la sutil bellaza de sus tallas. Podía pasarme una eternidad perdido en sus delicados contornos llenos de detalles.

- Creo que debería dejarla caer de una vez. Ambos sabemos cual será el resultado, ¿verdad?

Mi acompañante adelanto una mano blanca, delicada, de dedos largos y ágiles hacia la moneda. Pero la retiró rápidamente. Esa vez hasta me produjo algo de gracia el juego.

- Como siempre. Creo que tienes razón, ya va siendo hora de que la dejes caer.
- Creo que es divertido. Sabes de que lado caerá. Sabes que es una baldosa roja, e incluso antes de estar aquí, supiste el resultado casi desde el principio. Sin embargo, aun crees que algo puede cambiar.

Pensé en volver a empezar otra de nuestras interminables conversaciones sobre la inexorabilidad del Destino. Pero después de aquel día no estaba de humor para aguantar la mueca de satisfacción que falsamente reprimida con cada tanto a su favor.

También, como siempre que acudía allí, pensé en aprovechar mis privilegios como anfitrión del sueño para coger la moneda y lanzarla con viento fresco. Pero sabía perfectamente que en el momento en que lo intentase el sueño terminaría. Y la moneda era demasiado hermosa para arriesgar los breves instantes de su contemplación que se me ofrecían tan de cuando en cuando.

¿Por qué seguir con aquello? Por muy bella que fuera la pieza tallada, esta giraba y giraba incansablemente y nunca caía. Y la caída seria aun peor. ¿Por qué continuaba acudiendo a aquel callejón sin salida en el plano del Destino?

- Por que soy más fuerte que Él – Me dije en voz alta.

Por un momento pude ver como su risita burlona se debilitaba. Pero al instante esta recobró toda su molesta firmeza.

- ¿Más fuerte que quien? ¿Qué Yo? ¿Qué el Destino?
- Bueno, quizás más fuerte no. Pero al menos no soy tu esclavo.

Y en aquel momento, por primera vez, la cara del Destino se puso seria, rígida. Incluso se notó un ligero temblor en su voz.

- ¿De que me estas hablando? Yo soy el Destino. Quien decide sobre el flujo de vuestra existencia. Habéis intentado destronarme con vuestra patética ciencia. Pero sabéis perfectamente que la estadística no es más que un castillo de naipes que desmorono cada dos por tres.
- Si. Pero a pesar de todo. A pesar de quien eres. Yo te ignoro.
- ¡No puedes ignorarme! ¡Soy tu acontecer! ¡Soy el acontecer de lo que ocurre!
- Mira - dije señalando a la baldosa que teníamos enfrente -. Mantienes esa moneda girando indefinidamente. Sabes tan bien como yo cual será el resultado. Pero no la detienes. Y es por que esperas un momento de debilidad en el que me arrodille ante Ti. Deseas que me deje guiar por la certeza del desenlace. Que obre y sienta según el lado que, en algún momento, harás que mire hacia este cielo de eterno ocaso. Pero jamás lo haré. Hasta el final, hasta que la moneda no este completamente quieta, no pienso dejarme sojuzgar por sus designios.

A medida que mi discurso se extendía por el espacio, como transportado por un viento que soplase en todas direcciones su rostro fue tensándose por la ira. Con los dientes apretados, levanto la manos de golpe y muchas monedas de cayeron a nuestro alrededor.

- ¡Eres un insolente! ¡Tú, que otrora te arrodillaste ante mis representaciones y me diste el nombre de Dios! ¡Tú que me rezabas y suplicabas pidiendo uno u otro destino! ¿Ahora te atreves a decirme que no te importa?
- Si. Hubo un tiempo en que cada moneda que lanzabas por mi, sonaba en el aire como el filo de una espada que se acercase, cayendo, para asestarme su terrible mordisco. Pero no era el vuelo lo que temía, sino el resultado. Era el miedo a lo que me depararías lo que me llevo a arrodillarme tantas veces ante ti. Pero las cosas han cambiado. Ya no temo las caras y cruces de tus estancias. Ni siquiera necesito esconderme detrás de Ti mientras me lees el resultado. Por que quizás Tú designes los acontecimientos, pero soy yo quien los vive.

Y, tras una última mirada intima, furtiva, a la preciosa pieza de madera, me fui con una sonrisa burlona en los labios.

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Nota del Autor: he escrito este texto después de un día bastante malo. Cuando lo terminé me sentí mucho mejor. Era una especie de venganza personal contra la suerte. Pero cuando fui a guardar, el editor de texto se bloqueo.

Fue algo realmente irónico. Casi podía ver el reflejo de la burlona sonrisa de mi personaje en el monitor mientras miraba por encima de mi hombro. Era su victoria al fin y al cabo.

Pero como en las buenas historias, al final algo salva la situación. El sistema de auto guardado del editor mantuvo casi la totalidad del relato.