27 febrero 2008

No-votado (Unvoted) - I

La puerta del despacho se abrió y el secretario Ramírez Montenegro entró al amplio interior de maderas nobles y estanterías repletas de libros apenas abiertos. En la mesa que ocupaba el extremo opuesto frente a la ventana, el candidato Arnaldo Iridia miraba con desagrado el monitor del ordenador, donde las noticias de la prensa electrónica le dejaban en muy mal lugar. El Secretario avanzó hasta situarse frente a la mesa y esperó pacientemente a que le preguntasen:

- ¿Has leído la prensa?
- Esta mañana.

Iridia accionaba rápidamente la rueda del ratón mientras el Secretario cambiaba el peso de un pie a otro con aire divertido.

- Hasta el panfletucho de mi hijo me pone a caer de un burro. ¿No habías comprado el Hoy Noticias?
- Hasta los conserjes. Pero ningún medio podría salvar la cagada de ayer en el debate sin perder hasta el último de sus lectores.

El Candidato dejó el ratón y se reclinó con las manos detrás de la cabeza sobre el respaldo de su inmensa silla de cuero, mientras miraba largamente la hilera de retratos que, sobre las estanterías, mostraba a sus sonrientes predecesores. Hasta su elección como cabeza de lista el PCP había sido una de las principales fuerzas políticas del país. Y ahora, si había que dar crédito a la opinión de la prensa y los datos de las encuestas, no iban a votarlo ni los Coordinadores del Partido. Y había buenas razones para dar crédito. Cerró los ojos y se mordió el labio antes de hablar:

- ¿Alguna forma de perder con dignidad?
- No, ni de coña.

Ahora el Secretario mostraba abiertamente cuanto le divertía la situación con una amplia sonrisa.

- Pero hay una forma de ganar sin ella.

Iridia abrió los ojos para mirar con incredulidad a su interlocutor quien respondió con una amplia sonrisa, tranquila y confiada, lo que le hizo girar la cabeza con curiosidad.

- Es el truco más viejo del mundo: el voto de los muertos.

Por unos instantes el Candidato del Partido Conservador Progresista no comprendió. Luego, lentamente, se inclinó sobre el escritorio para mirar fijamente a su compañero.

- ¿Puedes hacer eso?

Ante la sonrisa confiada que obtuvo por respuesta, Iridia volvió a acostarse en su sillón, dejando las palmas de las manos sobre la mesa. Conocía a Ramírez. Sabía que era perfectamente capaz de algo así, aunque no sabía como. Por otro lado, no tenía nada que perder: la oposición le encubriría antes que aceptar públicamente un error tan grave en el proceso electoral bajo su mandato. Y si no, siempre podría endosarle la culpa al propio Ramírez. Sonrió a su vez y levantó las manos en muestra de aprobación. El secretario asintió sin abandonar el aire divertido y dejó la habitación.


Abrir los ojos fue como un golpe. Instintivamente dio la vuelta y metió la cabeza debajo de la almohada. Al menos había silencio. Lentamente recordó por qué: domingo de votaciones. Sonrió con dificultad al recordar difusamente bromas sobre ir a votar de doblete y la frase de la noche: «a esa panda de cabrones no los voto ni borracho».

Ya frente al ordenador, agarrado a la botella de leche, sonreía ante las noticias del día. Especialmente sensacionalistas esta vez, pensó, hasta cómicas. Incluso había vídeos. Pero la cosa fue tomando un matiz diferente a medida que la leche dilataba con rudeza el estómago y la luz arrancaba dolorosamente el negro algodón de su cabeza. Las fuentes de las noticias, el realismo de los vídeos... Aquello no era ni sensacionalismo ni humor. Toda la red aseguraba que los muertos estaban levantándose para ¡ir a votar!

En uno de los vídeo que la CNN ofrecía como primicia desde su sitio web podía verse a los cadáveres avanzar torpemente en apretado y desordenado pelotón llevando en la mano uno de los sobres color salmón para las votaciones al Parlamento. En otro, de la BBC, se filmaba la puerta de un colegio electoral por la que las criaturas salían tras «ejercer su ¿derecho? al voto» como rezaba el titular de la noticia, para deambular sin rumbo. Y en el que más visitas tenía en la página de vídeos por excelencia de Internet un usuario anónimo había grabado con su móvíl como un grupo de ellos devoraba las entrañas de una víctima aun viva.

Daniel miraba el monitor sin beber ni razonar lo que veía. De lo que se dio cuenta cuando finalmente lo hizo y pensó en dónde estarían sus padres y hermano. Se levantó. Se sentó. Miro alrededor buscando algo sin saber qué. Se volvió a levantar esta vez a dejar la botella sobre la encimera de la cocina. Aunque la resaca se le había pasado de golpe se sentía acalorado y confuso, así que decidió ir al baño a refrescarse. Y fue entonces cuando lo oyó. Alguien, o algo, estaba frente a la puerta del piso.


No-votado (Unvoted) - II