¿Qué sucede cuando un juglar se queda sin historias? Sencillo: se muere.
Cuando un caballero pierde su espada en batalla, raro será que consiga salir del campo con vida. Cuando un sacerdote pierde su fe, si no le arrastra la culpa de sus malas acciones, seguramente le harán caer las dudas que producen las buenas. Un mercader sin su dinero pronto será pasto del suicidio o de los matones de sus acreedores.
Parece que solo los campesinos son inmunes a esta maldición. Sin puntos fueres no hay puntos débiles.
Se puede cantar al valor o al miedo. Contar historias de amor u odio. Pero, ¿Cómo se describe el vacío? ¿Cómo se relata la falta de objetivos?
No es la prisión que me acoge la que me retiene. De peores he salido. Los barrotes parecen más un adorno del paisaje que una atadura. Y es que, aunque la puerta estuviera abierta y borrachos los guardias ¿a dónde iría?
Debo confesar que desconozco el motivo de mi cautiverio. Por más que he preguntado no he recibido más que silencio por respuesta. Pero aunque lo supiera poco me importa eso ahora. Como el resto.
Me han dejado el laúd. Supongo que alguien aun aprecia que cante por aquí. Pero no hago más que repetir una y otra vez las mismas obras, incapaz de crear unas nuevas. Miro por la ventana de mi celda y el paisaje me parece insignificante. Imagino a donde puedo ir en busca de nuevas historias y todo me parece gris y lejano.
La muerte también debe ser relatada en alguna historia. Pero ni siquiera lamento no vivir para poder hacerlo. Y es que mañana no será el verdugo quien me quite la vida. Esa responsabilidad corresponderá solo a mi alma, si aun me queda.
17 mayo 2005
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