Caminé lentamente por el pasillo de la solitaria galería. A los lados se sucedían, colgando de la pared, las pinturas. Siempre en la misma posición. Siempre el mismo tamaño. Siempre las mismas proporciones. Siempre el mismo marco gris.
Las paredes absorbían la tenue luz de las lámparas devolviendo un gris claro. A diferencia de lo que hacia el suelo con el ruido de mis pasos, que quedaba atrapado en sus opacas baldosas negras.
Ojeaba fugazmente los cuadros al pasar. Pero ninguno resultaba interesante. Ninguno era grandioso. Tristes pinturas en colores apagados. Algunos contaban cosas buenas. Otros mostraban acontecimientos horribles. Pero todo ello vulgar y monótono.
Pronto me cansé de la visita. ¿Qué había más adelante? Pero el pasillo parecía seguir indefinidamente. La única opción era continuar.
Paso, a paso. Cuadro, a cuadro. Comencé a apreciar detalles en la técnica y el estilo que antes me pasaban desapercibido. Recordé formas y pinceladas que había visto en otros cuadros sin percatarme.
Quizás después de todo, aquellas obras no fueran tan muertas y vulgares. Quizás yo carecía de la técnica de observación adecuada.
O quizás era precisamente eso lo que me había permitido seguir mirando. Con cada nuevo detalla era capaz de apreciar nuevos defectos, tanto en el lienzo que observaba como en los anteriores. Con cada intento de mejorar la obra estas se volvían más tristes y ridículas.
Seguí avanzando y el pasillo parecía alargarse con cada uno de mis pasos. Comencé a acelerar el paso temeroso de que nunca llegase al final.
Tal vez el problema estuviera en el enfoque. La belleza, la grandeza de aquel arte podrían residir en su nulidad. Si fuese así, serían obras maestras.
Pero tratar de colorear los grises solo transformo todo lo que había visto en esperpentos de si mismos, y todo lo que veía en frustrados intentos de genialidad. Si aquella era la técnica, esta era patética. Si aquel era el enfoque, este no hacia más que pervertir la obra.
Me sentí cansado de caminar. Volví a mirar hacia adelante y el corredor infinito salio a mi encuentro. Pero ya no me importaba. Cuadros iguales, en marcos iguales, en el mismo pasillo. Estaba claro que no había nada más. No tenía sentido preocuparse en buscar una salida.
Finalmente me detuve ante otro marco. En su interior, un espejo me devolvió mi imagen en grises.
- Tal vez no seas crítico de arte – me dije desde la pared -.
- Tal vez no sea artista – me respondí desde el pasillo -.
Puse el revolver bajo mi barbilla y disparé.
19 junio 2005
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3 comentarios:
Hombre, no está mal... quizás algo drástico el final... Cuando te vea por el messenger recuerdame que te pregunte sobre el relato
Hey, el final mola
Lo siento, no se me ocurre nada que decir... pero que conste que lo he leído :)
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