22 mayo 2006

Hoy no Habrá Relato

Hoy, a pesar del tiempo que llevo sin actualizar, no habrá relato. Disculpad.

Hoy, sin que sirva de precedente, vengo a hablaros de la vida real sin el apoyo de la lírica. Vengo a hablaros de mi sin la fuerza de la poesía que, aunque sea lo que me pide la inspiración, me lo impide la capacidad.

Hoy, por primera vez en mi vida, he sufrido una de los peores trances que un escritor, un político y, si me lo permitís, un pensador como yo, puede sufrir.

Y es que hoy he sido censurado.

En la Universidad donde curso estudios, han pensado que mi opinión podría lacrar la figura de su Excelentísimo Rector Magnífico. Y han decidido que eso no es permisible, sin siquiera dar al autor la posibilidad de defender su texto.

No voy a engañar a nadie: el mensaje, publicado en el foro de mi Escuela, usaba de la ironía, apoyada sobre la chanza de la vulgaridad para presentar mis pensamientos. No era cortes ni educado. Pero era ingenioso y adecuado al contexto. Tal y como, a mi juicio, y al de algunos otros autores, grandes de verdad, debe ser el lenguaje.

Podría escribir durante horas sobre cual debería ser la actitud de las Universidades, centros del progreso y el pensamiento. Razonar como se ha podido llegar a esta conclusión e, incluso, tratar de presentar soluciones.

Pero, al ver el gran borrón negro sobre mi texto, que alteraba completamente su mensaje, y las llamativas letras rojas que anunciaban la censura, las fuerzas me abandonaron.

¿Qué es un escritor que no puede escribir? ¿Un político que no puede opinar? ¿Un pensador que no puede divulgar?

Un escritor que no escribe no es más que un ridículo romántico, un loco soñador que aguarda, melancólico, ver en la realidad lo que no puede plasmar en la ficción.

Un político que no puede opinar no es más que un soldado del pueblo, obligado a decidir entre el exilio de su profesión o el abandono de su dignidad.

Un pensador que no puede divulgar no es más que un amargado por la condena de ver, repetirse constantemente, lo que él pudo haber advertido y no le dejaron.

Y si alguien cree que esta declaración es una defensa de mi situación, esta muy equivocada. Si crees que una palabra mal sonante nunca esta de menos te compadezco por todas aquellos textos, grandes y pequeños, famosos o mundanos, cuyo ingenio y maravilla estas condenado a perderte. Si crees que unas formas ofensivas pueden justificar una censura, te compadezco por los crímenes que estas abocado a tolerar. Y es que solo puedo compadecerte, pues me han dejado sin herramientas con las que ayudarte.

Pero si, como yo, crees que la libertad es la única forma de dar verdadero poder a la palabra; y que en el poder de la palabra se encuentra la base de la civilización, recuerda siempre: cuando los escritores pierden su derecho a escribir, los políticos a opinar y los pensadores a divulgar, el resto de individuos acabaran por perder su derecho a pensar.