04 enero 2006

Nova Y El Mapache

Esta historia acontece cuando el Mundo aun era tan joven que muchas cosas seguían siendo extraordinarias y la humanidad tan escasa que apenas conocía una pequeña parte de ellas.

En esta época, Nova era un joven que había nacido y crecido en una humilde aldea situada en la linde de un frondoso bosque a los pies del Monte Fuji. Los aldeanos veneraban con temor el bosque y decían que quien entraba en el nunca salía. Y las historias sobre bestias que hablaban y que poseían terribles poderes mágicos le ponían a uno los pelos de punta.

Pero después de quince años de vida en el lugar. Nova jamás había visto nada extraordinario ni conocido a nadie que se hubiera perdido. Y comenzó a preguntarse si las historias no habrían sido inventadas por algún ladrón que hubiera escondido su botín en el bosque o algo similar.

Tras pensar en muchas otras posibilidades en las que aquellas horribles historias habían sido imaginadas por alguien, Nova decidió que quería comprobar por si mismo lo que allí se guardaba.

Su madre y los ancianos de la aldea trataron de convencerle. No seas loco, le decían. Y añadían, en la aldea siempre se ha vivido bien sin necesidad de aventurarse en el bosque. Incluso los  más mayores aseguraban que su atrevimiento traería inundaciones, hambrunas y cosas similares.

En cuanto a los otros jóvenes del pueblo, se mostraron envidiosos de la determinación de su vecino. Se mofaban de él y le decían que era un arrogante. E incluso hacían apuestas sobre si se lo comería un dragón, o lo hechizaría un espectro o, simplemente, se caería por un acantilado.

Por eso, cuando el primer día de la primavera el joven se encontraba junto a los árboles más exteriores del bosque, listo para partir, solo su mejor amigo se encontraba allí para despedirle. Y en lugar de llantos y despedidas, le dio ánimos y le dijo que ojala el tuviera su valor y que a partir de aquel día, volviese o no, para él siempre seria Nova “El Explorador”.

De esta forma, Nova “El Explorador” emprendió su viaje por un antiguo sendero del bosque. A medida que avanzaba la vegetación se volvía más espesa y resultaba más difícil caminar. Pero el sendero aparecía siempre reconocible y sin bifurcaciones o desvíos de ningún tipo.

Tras un par de días de camino sin mayor novedad el sendero desembocaba en un amplio claro redondo del que partían cuatro nuevas rutas de muy distinto aspecto. Y en el centro del paraje, tumbado boca arriba sobre una gran roca plana, un mapache tomaba el sol despreocupadamente.

Nova se acerco al animal para echar un vistazo más de cerca. Y aunque lo hizo sigilosamente para evitar despertarlo, el mapache se dio la vuelta sobre un costado y se quedo mirando al joven con cara de interés.

El muchacho se quedo muy quieto aguardando cualquier movimiento del animal. Pero este, al ver que el recién llegado permanecía inmóvil, perdió el interés y se recostó de nuevo perezosamente.

- ¿Sois una de las bestias parlantes de este bosque de las que tanto hablan los aldeanos?

Ante la pregunta del explorador, el animal se sentó ágilmente sobre la roca e inspecciono a Nova de arriba a bajo con sus agudos ojos negros.

- Más bien soy la única bestia parlante de este bosque – Respondió.
- ¿Y son ciertas todas las cosas horribles que se cuentan de ti?
- No. Todas esas son falsas.
- ¿Es que acaso hay otras?
- Si. Soy el ser más terrible de este Mundo.
- ¿Y que puede ser más horrible que comerse a la gente, escupir fuego o traer inundaciones?
- Yo digo la verdad.

Y al decir esto, el mapache se bajo de la piedra y corrió hasta ponerse tras las piernas de Nova, quien lo miraba desde arriba con más curiosidad que miedo.

- ¿La verdad sobre qué? – Quiso saber a continuación el explorador.
- Sobre esos cuatro caminos que abandonan el claro. Las cuatro únicas sendas transitables de este bosque.
- Pues no suena tan horrible.

Nova sonrió al decir estas palabras y el animal le devolvió una sonrisa enigmática.

- En ese caso, no te importara que te lo cuente – le replicó desde el suelo sin quitarse la sonrisa.
- En absoluto. Adelante.
- Muy bien. La primera senda a tu izquierda es un camino luminoso y despejado. Recorre las zonas más exteriores del bosque por lo que el agua y la comida son abundantes.

Ante esta descripción Nova pensó que aquella seria una buena ruta para hacerse una idea aproximada de la forma del bosque, pero que no representaba un gran atractivo para él como explorador.

- Las salidas en el centro – continuo amenamente el animal – son algo más difíciles, aunque si te esfuerzas y perseveras, encontraras agua y comida ocasionalmente. Ambas rutas recorren el interior del bosque y a veces muestran paisajes preciosos. Lo único que las diferencia son sus destinos. Mientras que la primera finaliza en una aldea donde todo el que habita es feliz para siempre y nunca desea salir, el otro lleva a un páramo alto desde el que se puede divisar el bosque entero y mucho más allá.

El explorador encontró estos caminos mucho más aconsejables. Primero iría por la senda del páramo y, una vez conociese el bosque, probablemente viajase hasta la aldea para acabar allí sus días.

- La senda de más a la derecha es la más difícil de todas. Muy pocas personas son capaces de atravesarla. Muchas veces ni siquiera se sabe por donde sigue el camino y el agua y la comida son escasas. Sin embargo, es la que más profundamente se adentra en el bosque y recorre parajes hermosos y sobrecogedores. Además, aquel que la atraviese, llegará  a una aldea muy avanzada, donde podrán darle multitud de detalles sobre el bosque.

Sin duda ese era el mejor camino, pensó Nova. Como explorador disfrutaría de las mejores escenas del bosque y, una vez en la aldea, podría indicarles como volver a su hogar para que iniciasen comercio. Así se lo hizo saber al mapache.

- Una cosa debes saber antes de decidirte – le interrumpió este -. Solo podrás recorrer un camino.

Estas palabras supusieron un duro golpe para Nova pues estropeaban todos sus planes de exploración. De pronto se veía obligado a escoger una sola de las salidas. Y la elección no resultaba nada fácil. Así pues, decidió acampar en el claro aquella noche para pensar detenidamente.

A la mañana siguiente Nova ya había tomado una determinación. Si solo podía recorrer un camino, estaba claro que debía ser el que mayor recompensa supusiera, aunque fuera más difícil. Al fin y al cabo el era fuerte y joven y había tenido valor para llegar hasta allí. No dejaría que los malos augurios del mapache le echasen para atrás igual que no dejo que lo hicieran los de los aldeanos.

Animado por este planteamiento, Nova inició la marcha por el sendero de la derecha tras despedirse del mapache. Y aunque el sendero era oscuro y pedregoso, el muchacho avanzaba a buen paso mientras silbaba optimista.

Al principio Nova se tomaba numerosas pausas para contemplar las maravillas que, ocasionalmente, le ofrecía el paisaje y se repetía a si mismo que aquella había sido la mejor idea. Sin embargo cuando sus reservas de agua y comida se agotaron, comenzó a perder el entusiasmo.

Tras varios días de marcha, comenzó a encontrarse realmente cansado. El sendero cada vez parecía más duro y la falta de agua y comida le hacían sentir varios años más viejo. Sentimiento que, a su vez, le hacia avanzar más rápido temeroso de que, ni siquiera una vida bastase para recorrer aquel camino.

Hacia mucho que no comía ni bebía nada y el camino era demasiado arduo para su estado. Para colmo, los hermosos parajes que al principio resultaban tan abundantes se habían vuelto inexistentes. Así que, finalmente, decidió aprovechar sus últimas energías para intentar regresar al claro del mapache.

Se levantó tras dormir lo que parecían siglos y se puso en pie. Ante él, sentado sobre la roca plana, el mapache le miraba con aire paciente. Pero había algo extraño en el animal y en todo el paraje en general. Un matiz distinto, aunque no llamativo, que Nova advirtió tras unos instantes. El mapache, la roca, el claro. Todo parecía más pequeño.

Pero al fijarse mejor el muchacho se dio cuenta de su error. O mejor dicho, el hombre. Pues eso era en lo que se había convertido. No es que las cosas hubieran encogido, si no que el había crecido. El chico de quince años que había entrado en el bosque era ahora un hombre de unos treinta años.

- Eso no ha sido justo – y al hablar al mapache, se asusto de lo cambiada que estaba su voz.
- ¿A que te refieres? – respondió calmadamente el animal.
- A medida que me adentraba en el sendero, los lugares hermosos por los que merecía la pena seguir eran cada vez más escasos.
- Para empezar, nadie dijo que tuviera que ser justo. Sin embargo, déjame decirte que los bonitos parajes seguían estando ahí. Eras tu quien estaba demasiado cansado para percatarse.

Al pensarlo detenidamente, Nova se dio cuenta de que quizás el mapache tuviera razón. Sin embargo seguía estando descontento y no hablo más durante toda la noche que permaneció en el claro.

A la mañana siguiente se encontraba de mucho mejor humor. E, incluso, había decidido cual seria el siguiente sendero a tomar. Quizás la ruta de la derecha fuera demasiado difícil para él. Pero aun podía seguir aquel que conducía al páramo elevado y obtener una buena idea de cómo era el bosque y sus alrededores. Quizás no fuera la mejor recompensa, pero después de haberse enfrentado al primer sendero, estaba seguro de que este no le daría problemas.

Y así fue durante muchos días de viaje. Aunque los paisajes que se mostraban ante él no eran tan deslumbrantes, el camino resultaba mucho más sencillo. Había bastante luz y raras veces pasaba hambre o sed. De esta forma, Nova acabo por convencerse de que había escogido el camino adecuado.

Hasta una mañana en que se encontraba  bebiendo de un pequeño lago alimentado por un arroyo. Cuando se inclino sobre el estanque, la imagen que vio reflejada en la superficie era muy distinta a la que esperaba ver. El rostro que le miraba desde las aguas estaba lleno de arrugas y su pelo era blanco.

De pronto Nova se sintió terriblemente cansado. Se sentó en la hierba y comenzó a pensar. Parecía como si toda la vida hubiera estado en aquel bosque. De hecho, toda su vida había estado en aquel bosque. Y no recordaba haber conseguido nada importante.

Estaba el anciano con estos tristes pensamientos cuando de entre la vegetación de su izquierda surgió una cara conocida. Y detrás de la cara, la cabeza y todo el cuerpo del mapache parlante, quien con calma se sentó delante del desconsolado viajero.

- ¿Ya te rindes? – preguntó con una expresión triste en su rostro.
- ¿Qué otra cosa puedo hacer? – respondió Nova.
- Aún te queda tiempo para recorrer este sendero.
- Si. Pero no hay nada que me motive a hacerlo. ¿Qué será de mí una vez que vea todo el bosque?
- ¿A caso no era ese tu deseo?
- Cuando era joven deseaba descubrir cosas. Pero ahora prefiero algo más tranquilo. Un lugar feliz donde acabar mis días.

Sin perder un instante, el mapache se levantó de al lado de Nova y se dirigió hacia la vegetación que formaba el lado derecho de la senda. Una vez allí, pareció tocar la hoja de un arbusto, tras lo cual, la pared de plantas se abrió formando un estrecho pasaje.

- Si sigues este atajo – dijo el mapache volviéndose al explorador – entraras en la senda que guía hasta la aldea de la felicidad eterna.

Nova, se arrastro hacia el camino recién abierto y miro en su interior para asegurarse de que realmente existía. Y tras agradecer efusivamente el favor, comenzó a gatear por el estrecho pasaje.

Ya podía verse descansando tranquilamente en una pequeña y apacible aldea en medio del bosque. Disfrutando de la comida, la bebida y los bailes mientras aguardaba pacientemente sus últimos días.

Y al pensar en su muerte, el anciano se paró y comenzó a llorar. Lloró por que aunque estaba seguro de que en la aldea seria feliz, se dio cuenta de que en su última hora se echaría en cara el no haber tenido valor suficiente para cumplir el deseo de toda su vida. Y entonces, más que nunca, desearía saber como era el bosque.

Cuando el mapache llego andando lentamente por el pasaje detrás de él, se encontró a Nova sentado con las rodillas abrazadas sobre el pecho y aun llorando desconsoladamente. El explorador pregunto:

- ¿Por qué tomar un solo camino?

El mapache suspiró. Se sentó al lado del humano y le hablo con tono triste.

- Porqué recorrerlo te lleva toda una vida.
- Los aldeanos tenían razón. Eres una criatura abominable.

Pero aunque le hubiera gustado, estas palabras no salieron de la boca de Nova con ira hacia la bestia, sino más bien como un reproche a si mismo.

- Te lo advertí. Lo único que hago es contar la verdad. Pero no soy yo quien estipula las reglas del bosque. Y fuiste tú quien me preguntó por ellas y quien eligió en consecuencia.
- Pero es difícil decidir con tan poca información. Hubiera necesitado otra oportunidad.

Y al decir estas palabras, Nova dejo de llorar inmediatamente. Alzo la cabeza de entre sus piernas y tras ponerse de rodillas enérgicamente, cogió al mapache por los hombros y exclamo:

- ¡Eso es! ¡Una segunda oportunidad!

Y tras decir esto, aparto al animal del pasaje y gateo lo más rápido que pudo hacia la salida. Y tras aclararse la cara y beber un poco de agua en el estanque, inicio el regreso por la senda al claro. Y, una vez allí, retomó el camino a su aldea.

Grande fue la sorpresa de todo el poblado cuando Nova apareció de entre los árboles. Y aunque al principio los aldeanos no creyeron que fuera realmente su antiguo vecino, al final acabaron por convencerse.

Hicieron una gran fiesta y Nova contó con detalle todo lo que le había sucedido en el bosque. Y muchos de los jóvenes del lugar, animados por sus historias, decidieron ir a probar suerte.

Y cuentan otras historias que, apoyándose en los relatos de Nova, algunos aldeanos consiguieron llegar hasta la aldea de la felicidad o el alto páramo; que muchos cruzaron el bosque por el sendero fácil; que alguno regresó y facilitó aun más el trayecto con sus propias vivencias; e incluso la avanzada aldea del otro lado del bosque fue alcanzada y se estableció una fértil ruta de comercio entre ambas poblaciones.

Hasta tal punto se incremento el transito por el paraje, que el mapache parlante decidió abandonar para siempre el lugar, pues pocos eran ya los viajeros que le prestaban atención. Aunque los más sabios dicen que aun habla a las mentes de las personas que cruzan el lugar contándoles la verdad y ayudándoles a escoger su propio sendero. Si estos le hacen caso o no es una historia mucho más larga.

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A Brenes. Por la semilla para este relato y, sobre todo, por las muchas horas de agradable charla sobre los senderos del bosque y el dichoso mapache :)