30 enero 2007

La Revelación del Señor Urrutia (La Saga de Urrutia III)

El volumen de la música permitía a Marcos oírla desde la cocina donde fregaba los platos, siguiendo el ritmo, murmurando algunas frases de la letra. Por unos instantes no reparó en el timbre que acababa de sonar.

Se secó las manos mientras se encaminaba hacia el salón donde apago los altavoces. Y gritando «voy» se dirigió al recibidor.

Un tipo ya mayor, bajo y regordete, esperaba en el portal. Su impecable traje negro, aunque nuevo, no parecía ajustarse a su fisionomía. En la mano derecha, apoyado contra el pecho, un grueso libro negro con los cantos de las hojas dorados y una cruz en la portada. Y bajo su pegajoso flequillo, lacio y sudado, a su cansado rostro asomaba un leve matiz de sorpresa.

- Sera mejor que me vaya -dijo comenzando a dar la vuelta.

Marcos le detuvo con una mano sobre el hombre.

- No, quédese. Entre - añadió con una sonrisa.

El joven condujo al señor Urrutia hasta el salón donde le indico un sillón. Se abrió una cerveza tras la negativa de su invitado a tomar algo y él mismo se acomodó en una vieja silla con el asiento de mimbre.

- Usted dirá.
- No hay mucho que decir. Solo quería darle las gracias.

Por unos instantes, Marcos pudo advertir de nuevo el leve matiz de sorpresa en el cansado rostro de su interlocutor.

- No tiene por que darlas. Era mi trabajo.
- Veo que ha cambiado de ocupación.
- Más bien me han cambiado.
- ¿Qué quiere decir?
- Me despidieron.

Ángel Urrutia bajó ligeramente la cabeza. Marcos tomó un trago de su cerveza.

- ¿Que pasó?
- Concedí una Elucubración Retrospectiva adicional sin seguir los procedimientos establecidos.

Marcos se detuvo justo en el momento en que iba a contestar. Las palabras regresaron por su garganta cayendo pesadamente en su estomago.

- Joder... -articuló. Ha sido por mi culpa.
- No. Mi obligación como Asistente Personal de Elucubraciones Retrospectivas es conocer y seguir los procedimientos.

Marcos se dejó caer pesadamente en la silla. Tomó un largo trago de la cerveza e inclinó la cabeza hacia atrás mirando al techo.

- ¿No se ha planteado alguna vez si detrás de todo hay un sentido?

El joven salió de su ensimismamiento para mirar a Urrutia, quien le interrogaba, impasible, desde el sillón.

- Quizás gastemos demasiadas energías en tratar de convencernos de que lo que nos indica nuestro corazón es falso.
- ¿De que me habla?
- Le hablo de la respuesta a todo señor Gutiérrez. La palabra de Dios.

Marcos meneó la cabeza confundido por unos instantes. Luego, reparó en el libro que Ángel Urrutia sostenía sobre su regazo.

- ¡Ah!

Dijo comprendiendo de pronto. Y, señalando el grueso tomo, añadió:

- Me habla de la movida esa.
- Es mi trabajo ahora. Fe es el único sitio donde a uno le contratan después de un despido. Y si el despido es como el mio, te dan los peores puestos.
- Pues me parece muy injusto. No se como ira el royo ese de los procedimientos y demás donde quiera que trabaje. Pero si el trabajo da buenos resultados, no deberían tomar una medida tan drástica.
- Los resultados no importan. Los procedimientos se crearon, precisamente, para evitar tener que preocuparse por los resultados.
- ¡Menuda gilipollez!

Marcos se levantó a recorrer el salón con grandes pasos. Urrutia, impasible, le miraba desde su sillón.

- El Señor tiene sus propias maneras. Luchamos insensatamente contra sus designios cuando deberíamos apoyarnos en ellos.
- ¡Venga hombre! ¡No me joda!

Y dejó la cerveza sobre el mueble con un sonoro golpe.

- Miré, lo siento. Probablemente le parezca maleducado, o algo. ¡Pero esto es ridículo!

De dos pasos, volvió a su silla y se sentó reclinado hacia Urrutia, mirándole fijamente. Este, por su parte, mantenía la misma expresión de apático cansancio.

- Cuando me vino a visitar la otra vez, estaba bastante jodido. Y no sabia por qué. Y la verdad es que cuando se fue, las cosas no habían mejorado demasiado.
» A fin de cuentas, si cualquier desenlace era posible habiendo hablado con la chica, lo mismo ocurría con la opción de no haber hablado con ella. Si me sentía mal era tan solo por que fuera como fuese, las cosas no habían salido a mi gusto. Yo no tenia ningún control.

Al llegar a este punto, parte de la decisión de Marcos se convirtió en euforia.

- ¡Pero es ahí donde me equivocaba! ¡Yo si que tenia algún control! No en el desenlace, que podía ser cualquiera, pero al menos en mis propios actos. Y era eso lo que me jodia: que la decisión de no presentarme a aquella chica no la había tomado libremente, sino condicionado por el miedo. ¡Coño! ¡Para lo poco que puedo controlar y me acojono!

Ángel Urrutia levantó la cabeza para mirar al muchacho que ahora le sonreía.

- ¿Yo le enseñé eso?
- Desde luego sus Reflexiones Retrospectivas, o lo que sean, ayudaron.
- Los resultados fueron buenos.
- Excelente diría yo.
- Pero los resultados no...
- ¡A la mierda! -le interrumpió el chico. Mire, no tengo ni la más remota idea de en que trabaja usted. Pero me niego a creer que algo tan grande no sirva para nada.
- Sigue los procedimientos.
- Los procedimientos tienen que venir de algún sitio.
- Nadie lo sabe.
- A juzgar por como lo tienen montado, seguro que hay procedimientos para llegar al origen de los procedimientos.

Marcos sonrió aun más con la broma. Pero el señor Urrutia parecía tomársela más seriamente.

- Eso tiene sentido.
- Solo necesita bucear por ellos. Como en las pelis de abogados.

Durante unos segundos Urrutia no dijo nada más. Permaneció sentado en el sillón, mirando, sin verlo, al joven que le acompañaba.

Y por quinta y última vez en toda su vida, el señor Don Ángel Urrutia dio señales de un sentimiento que no era ni cansancio ni hastío. Don Ángel Urrutia sonrió.

- Tengo un plan.

20 enero 2007

Sueños: Aquella Chica

Hoy soñé con ella.
Me pasó de largo.
Y aunque había ganado,
lloraba.

De nuevo la dejé pasar.
Entró en un local.
Y aunque me prometí volver,
desperté.

 

04 enero 2007

Melancolía

Contemplando el infinito vacío del cielo,
tumbado en el yermo de mi existencia.
Observo el paso del tiempo,
inerte y pesado como una roca.

Cargando el corazón con cada segundo que pasa,
escribo lo que creo indescriptible.
Incapaz mi mente atrofiada
de ir mas allá de estas cuatro paredes.

Asustada, quizás, por lo que pueda haber fuera.
Temerosa, tal vez, de lo que seguro hay dentro.
Cayendo, así, en el delirio.

Dudando si es yermo infinito o habitación enclaustrada;
si soy roca inerte o corazón pesado;
entre temer lo de fuera o lo de dentro.
Creyendo, tan solo, en el paso del tiempo.