17 junio 2005

Los Profesionales

- ¿Se retira usted ya?
- Si. Se me hace tarde. Mañana he de partir hacia la capital a primera hora y necesito descansar.
- Una verdadera lástima. Su compañía ha sido entretenidísima.
- Me adula usted sin motivo, Señora Condesa.
- Tonterías. La próxima vez que vaya a París hablaré bien de usted a mis amigos.
- Es muy amable. Espero verla pronto.
- Lo mismo digo Señor Embajador.

“Vieja arpía tocapelotas” - pensé -. “Más te vale que no me haya retrasado por tu culpa o la próxima vez que vayas a Paris será para denunciar el robo de tu mansión.”

Pero no me había retrasado. Cuando llegué a mi habitación en la sexta planta del Hotel Arzobispo Melchor aun eran las 23:45. El tiempo justo para quitarme el esmoquin y preparar todo el equipo de descenso. Savater había contratado a uno de los mejores especialistas en escalada disponibles, o eso aseguraba él, para instruirme y revisar todo el equipo.

A las 23:55 descendía sigilosamente por la fachada Oeste. Soltaba la cuerda justa mientras saltaba un par de metros hacia abajo. Sencillo: saltar, soltar cuerda, saltar, cuerda, saltar, cuerda, saltar, cuerda, saltar, caer, ¿caer? Estaba claro que algo fallaba.

Decidí posponer el análisis hasta que las circunstancias fueran favorables para la reflexión y centré mis esfuerzos en evitar gritar mientras extraía la ventosa de presión aumentada.

En este punto debo añadir, que cualquiera que crea que una ventosa (con o sin apellidos) puede sujetarle, de la que cae, a la pared de un edificio ha visto demasiados dibujos animados.

Por el dolor calculé que la cuerda había sido suficiente para descender unos cuatro pisos y medio. En cualquier caso, dejaría que el experto en escalada lo verificase empíricamente con su persona cuando terminase el trabajo. Todo sea por asegurar una memoria detallada de la labor.

Unos sollozos detrás de un arbusto llamaron mi atención. Me acerqué sigilosamente y me asome sobre la planta mientras preparaba el cloroformo.

Un hombre elegantemente vestido lloraba con el hombro apoyado sobre una farola. Su porte era imponente: figura atlética, traje italiano a medida, cabello reluciente. Me acerque decididamente a él y le di la vuelta tomándolo por el hombro:

- ¿Pero se puede saber que…?

Fue todo lo que fui capaz a pronunciar antes de que me faltase el aire. ¡A aquel tipo le faltaba un ojo! ¡Se suponía que era nuestro galán y le faltaba el jodido ojo derecho!

- Bueno, ahora tu también lo sabes - me respondió con cierta hostilidad aunque aun sobresaltado por mi súbita aparición.

- ¿Qué…? ¿Qué quieres decir con “tu también”? – pregunte tras recuperar, a duras penas, el aliento -.
- Bueno, Ordíz, la tipa esa, ella lo descubrió primero.

Al responder apartó la mirada, por lo cual estuve muy agradecido, y al ver que no hablaba continuó con la historia.

- Si. Me pasa siempre que estoy con una mujer. Me pongo nervioso, me entra el tic y se me sale el ojo…
- ¿Me estas diciendo que se te salio el ojo delante de la mujer a la que te intentabas ligar? Pero ¡por el amor de Dios! Savater te contrató por que se suponía que eras un experto con las mujeres y que distraerías a la encargada nocturna de la sala de vigilancia. ¿Qué se supone que voy a hacer yo ahora para entrar? ¿Simular que estoy en un Reallity Show?

A medida que mi enojo crecía, el agachaba más la cabeza. Por lo que seguí gritándole hasta que me aseguré de que no volvería a mostrarme su rostro. Cuando tomé una pausa para respirar, habló desde la altura de mis rodillas:

- Bueno, al final si que me he encargado de ella. Cuando se me escapo el ojo, salió disparado hacia su cabeza y la tumbé…

Debo reconocer que hubiera preferido renunciar a los millones de euros en diamantes que había en aquel hotel con tal de no tener que haber escuchado aquella historia. Pero al menos ahora podría proseguir con el plan previsto.

Tras decirle a Cíclope que se diese el piro, me encaminé hasta la trampilla del conducto de ventilación. Era una suerte que los arquitectos hubieran empezado a hacer los conductos del aire tan espaciosos a fuerza de verlos en las películas americanas. Antes este trabajo era mucho más sufrido.

Una vez en el conducto de ventilación, encendí mi linterna y conecte mi comunicador a corta distancia:

- Hey tío. Soy yo, Juan. Que he llegado a la calle mayor, pero ahora no se donde cojones tengo que entregar la puta pizza. ¿Donde queda la casa?

La verdad es que no es por que se me hubiera ocurrido a mí, pero la tapadera para la conversación por radio era la leche. Y además mogollón de cachonda. Por fin llego la respuesta:

- Hmmmm…
- Tío, no te escucho bien.
- Hmmmm…
- Sigo sin oírte un carajo. Sintoniza bien tu radio o algo.

Ruidos de cambio de señal.

- ¿Hmmmm?
- Nada, igual. Joder tío, la pizza se va a enfriar y el cliente no me va a pagar una mierda.
- ¡Hm!

Y fin de la transmisión.

Realmente, estos son los momentos para lo que vive un ladrón profesional. Cuando estas metido en un oscuro laberinto de ventilación, dándole el pompis a una abertura por la que, en cualquier momento, puede aparecer un guarda o perro de seguridad y no tienes noticia alguna de tu equipo de trabajo, descubres que debiste haber hecho aquel puto cursillo de integración social.

- ¿Oiga? - Alguien respondía por fin al comunicador.
- Ya era hora tío. A ver, ¿dónde entrego esto?
- Pues eso me lo tendrá que decir usted.
- ¿Como?
- Si vera. Yo soy Manuel. Aunque los amigos me llaman Lolo.

Ahí le daba. Estaba hablando con Lolo. Con un poco de suerte me hablaría de su churri o de las últimas birrillas que se tomó con los colegas en el Bar de Antón.

- Encantado… Yo soy Juan.

Algo había que decir.

- Pues veras Juan – “nada jefe, tu tutéame. Con confianza. Cuando salga de chirona vamos a tomar unas bravas al Bar de Antón si eso” -. Estaba por aquí cuando me ha parado este chaval mudo y me ha dado un mapa.

- ¿Perdona? – “estos aparatos dejan entender cada cosa…” -.
- Si hombre. Este coleguita tuyo tan majo. El mudo joer. Que me ha dado un mapa y parece que quiere que te vaya guiando. Lo que no me acabo de aclarar es donde estas y si te tengo que llevar a la “antecámara acorazada” o al “punto de entrada”.

Bueno nada. ”experto en comunicaciones y guiado” le dije a Savater, “experto en comunicaciones y guiado”. Y menos mal que especifique “comunicaciones”, que si le digo solo “guiado” me contrata a un vendedor de la ONCE.

- Pues nada Lolo, majo – ya que me iban a pillar, al menos que los periódicos dijesen que había llegado hasta el botín, que uno tiene su honrilla profesional -. Me tienes que guiar del “punto de entrada” a la “antecámara acorazada”. ¿Cómo lo ves?
- Joder Chus. ¡Eso esta hecho!

Al menos el tipo fue eficiente y cumplimos el tiempo de siete minutos que había previsto. Aunque, claro esta, a estas alturas el tiempo importaba una mierda. Pero era por ir haciendo record.

- Pues nada Lolo. Un placer y muy amable. Devuélvele el aparatito y el mapa a Harpo y hasta más ver.
- Nah tío. El placer ha sido mío. A ver si me avisáis la próxima vez que montéis una movida de estas.

“Si hombre. Vamos a publicarlo en la sección de contactos de la prensa. No te jode.”

Pero el caso es que, finalmente, estaba allí, frente a la puerta blindada de una de las cámaras de seguridad más inexpugnables e imponentes del país. Con un poco de suerte quizás todavía consiguiese hacerme con el botín y salir de allí cagando leches.

Saqué el dispositivo de apertura remota y lo adherí a la cerradura electrónica de la puerta. Tras lo cual, cambié la frecuencia del comunicador y me dispuse a hablar.

- ¿D4rk_Ph03n1X me recibes?
- 4lt0 y cl4r0 J3f3 4lph4 (NdT: Si, de puta madre).
- Ya he conectado el dispositivo. Puedes comenzar a desactivar las medidas de seguridad.
- R0g3r. (NdT: cagando leches).

La verdad es que aquella era una de las antecámaras acorazadas con más estilo que yo hubiera visto. Maderas nobles en las paredes, buena moqueta en el suelo. Casi me salía más a cuento robar aquella habitación.

- ¿D4rk_Ph03n1X va todo bien?
- S1, tr4nqu1l0 J3f3 4lph4. 3n un m1nut0 t3 l4 4br0 (NdT: se resiste la condenada…).

La verdad es que solo los espejos debían de valer una pasta. Y las sillas tenían pinta de ser de algún rey numerado. De hecho, creo que aquello estaba mejor decorado que mi habitación.

- Oye D4rk_Ph03n1X, ¿me estas vacilando?
- N0, n0 J3f3 4lph4. 0y3 ¿tu s4b3s cu4l 3s l4 t3cl4 d3 l4 c0ns0l4? (NdT: buf, algo va terriblemente mal).
- ¿Perdona?
- L4 c0ns0l4. La consola vamos. Es que no se muy bien como abrir y voy a ver si le puedo meter algunos trucos. Igual funcionan los del Counter Strike o los del Doom y entonces te la abro en un plís (NdT: flípalo).
- Mira tío, no tengo ni idea de lo que me estas hablando…
- ¡Ostia! ¡No me digas que no conoces el Doom! (NdT: este chaval es gilipollas…)
- ¿El qué?
- Joder, el Doom. El primer juego de disparos en primera persona (NdT: a ver, niñato, el primer juego de disparos en primera persona fue el Wolfenstein 3D).

Vale, la cosa era obvia. La policía había capturado los comunicadores y ahora se lo estaba pasando en grande a mi costa.

- ¿Me estas hablando de un juego de ordenador?
- Si, es mitiquisimo (NdT: no tanto como el Wolfenstein).
- ¿Pero tu eres el “experto” en seguridad informática que pidió Savater?
- ¡Hombre claro! Yo empecé a usar ordenatas con el 486 y ahora uso Linux (NdT: ¡que no le tosa nadie!).
- ¡Por Dios bendito! ¡Si exigimos experiencia en operaciones de este estilo!
- Bueno, ahí inventé un poco. Como he jugado bastante al Splinter Cell y de terrorista al Counter Strike pues pensé que esto sería similar (NdT: vamos, criado en la Universidad de la Calle).

“A la mierda” – pensé -. Tras arrojar el comunicador contra la cámara acorazada, me abalancé hacia la entrada al conducto de ventilación. Estaba claro que debía haber dejado aquel plan desde el primer momento, pero quizás aun no fuera tarde.

Y, ciertamente, no lo fue. Llegué justo en el momento en el que el guardia civil asomaba la linterna por la entrada del pasadizo del aire.

- ¿Qué, buscando el buffet?

Guay. Y encima me tocaba el guasón. Si es que cuando uno tiene el día…

De la que me llevaban esposado por el patio del hotel, pude ver como una mujer uniformada de guardia jurado, con un gran moretón rojo en la frente, hablaba con un par de tipos vestidos con impecables monos blancos. Probablemente los técnicos encargados de verificar los desperfectos que mis acciones hubieran podido causar en el sistema de seguridad. No iban a tener demasiado trabajo aquella noche.

****

- Habrá que revisar todo el sistema por lo que hayan podido hacer. Según hemos conseguido deducir de las conversaciones que hemos interceptado contaban con un experto en seguridad informática.
- Probablemente lo más seguro sea que nos llevemos el material mientras hacemos el trabajo.
- Usted sabrá lo que ha de hacer. Para eso es el experto Señor…
- Savater. Señor Savater.

3 comentarios:

El Hombre del Traje Blanco dijo...

Joder ROCH, consigues superarte. Hacia mucho que no me reia tanto, y menos a las 4 de la mañana :P

Aunque tengo un deja-vu con el experto en seguridad informatica...mira a ver si te va a acabar jakeando por vacilon xD

Abe dijo...

Muy bueno ROCH. Algún guionista leerá tu blog y al año siguiente hará la peli (y saldrá Manuel Manquiña :P)

Rochgs dijo...

¡Ja!

Mi equipo de abogados se vestirá de cabareteras y vailará can-can hasta el gran número final, en el que saldré vestido de frac de una gran caja sorpresa junto con cientos de globos de colores que pondran:

"Creative Commons r00lz!!"