Pues todo empezó hace la tira de años. Resulta que el ser humano ya pululaba por el mundo ya, pero sin demasiado alboroto. Lo típico de un mamífero: nacía, crecía, se alimentaba, se reproducía y moría.
Claro, con tan poca variedad de opciones por escoger, pues la mayoría - especialmente los machos de la especie - optaba por la de reproducirse la mayoría del tiempo. Y para que luego digan que la democracia no funciona, esto produjo gente a mogollón que empezó a desparramarse por la Tierra en cuanto la Cuna de la Vida esa se les quedó pequeña.
Resulta que un buen día a uno de estos felices seres se le dio por abrir la boca e inventar una palabra. Sin embargo sus compañeros de cueva le indicaron que estaba mejor callado mediante el típico apedreamiento - forma de debate muy al uso en aquellos tiempos - y la cosa no pasó de allí.
La gente siguió siendo feliz naciendo, creciendo, alimentándose, reproduciéndose y muriendo (si bien esto último no les hacia especialmente felices). Hasta que a un brujo le dio por echar unas hierbas aromáticas en la hoguera. Y claro, a los veinte minutos aquellas gentes hablaban como chocolateras y nadie apedreaba a nadie (aunque si hubo muchos reproducimientos).
Y se armó el petate. La gente empezó a ponerles nombres a las cosas como si aquello no costara (y de hecho, no lo hacia). Al principio la cosa no avanzó mucho por que el lenguaje estaba compuesto principalmente por palabras referentes a las hierbas aromáticas del brujo y a su hija (que parece ser que estaba de toma pan y moja, lo que en aquellos tiempos se llamaba una “hierba aromática”).
Después de que esta monotonía lingüística causara varios accidentes mortales - derivados principalmente de usar la expresión “hierba aromática” para decir tanto que detrás de aquel arbusto estaba la hija del brujo como que detrás de aquel arbusto había un tigre dientes de sable - a alguien se le ocurrió ampliar un poco el vocabulario, lo que conllevo su apedreamiento, esta vez para mostrar el regocijo del grupo ante la idea. También hubo quien sugirió que utilizar el apedreamiento como forma de expresión no parecía muy provechoso. Sugerencia rechazada por sus congéneres con el método pertinente.
Paso el tiempo y la gente comenzó a emplear un lenguaje para comunicarse. Y claro, se hicieron más productivos (y algo más reproductivos) y comenzaron a ser más eficientes en todas las tareas diarias, lo que les dejaba bastante tiempo libre que solían emplear en la cueva en torno a una hoguera de hierbas aromática del brujo.
Claro esta, con este consumo, las hierbas aromáticas de los alrededores se acabaron en un decir Segismundo. Así que alguien pensó que lo mejor seria que ellos mismos cultivasen sus propias hierbas aromáticas. Tras apedrearle, el resto de la tribu se puso manos a la obra. Buscaron un buen sitio para plantar, sembraron, cuidaron y recogieron. Y en un par de estaciones, la alegría volvió a la cueva del brujo.
Poco a poco, estos seres primitivos fueron dándose cuenta de que si cultivaban también comida tenían aun más tiempo libre que pasar en la cueva del brujo. Y a alguien (que luego seria recordado como “el apedreado”) se le ocurrió sugerir que podían hacer algo parecido con los animales. Y aunque los primeros intentos de domar tigres dientes de sable fueron bastante frustrantes, la peña logro tener unas granjas bastante apañaditas.
Cuanto más tiempo libre tenían, pues más se reproducían y, sobre todo, más tiempo pasaban en la cueva del brujo - de hecho, ambas actividades solían ir unidas -. Y en la cueva del brujo comenzaron a surgir ideas la mar de graciosas: cuando a alguien se le ocurrió hablar de la existencia de seres superiores dotados de conciencia la tribu estuvo un buen rato riéndose a mandíbula batiente. Y ya ni hablemos de lo de pintar en las paredes con tierra:
- Hey, mirad lo que he pintado en la pared. Una gran roca viviente de pelambre (NdT: un mamut, vamos).
- Jó tío, parece que se mueve…
- Ya, y esta como saliendo p´aca (NdT: con bultos).
- Hey, mi mano también esta saliendo p´aca y se mueve…
- ¡Seréis hijos de una gran roca viviente de pelambre! Os voy a… (NdT: este es el brujo).
Pero el caso es que ambas actividades calaron. A lo de hablar de entes superiores y pajas mentales similares se le dio el nombre de “reír mogollón”, que con el paso del tiempo se acorto en “reirllón”, que finalmente se transformó en “religión”. Y a lo de enguarrar las paredes de la cueva del brujo se lo llamo “armar tomate” - pues la cosa solía desembocar en un follón monumental con el brujo - que más tarde se redujo a “arto”, que poco a poco derivaría en “arte”.
Y así fue como surgieron los primeros asentamientos humanos vamos. Cuanto más avanzaban sus técnicas de agricultura, más tiempo se pasaba en la cueva del brujo. Y cuanto más tiempo se pasaba en la cueva del brujo, más se desarrollaban sus técnicas de agricultura, más ideas nuevas e inservibles surgían y, sobre todo, más se reproducía.
De esta forma, poco a poco, en torno a algunas grandes riveras fluviales (NdT: la orilla el río) surgieron los primeros imperios humanos. Pero de eso, hablaremos largo y tendido otro día.
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4 comentarios:
Plas plas plas plas plas plas
GENIAL,me ha divertido mucho, pero hay una cuestion que me escama... en que nos diferenciamos de nuestros antepasados, trabajamos el campo, domamos animales (quehaceres diarios), nos reproducimos como salvajes... nos reunimos en torno a una fuente de calor a contar gilipolleces...
Muy buen post, ¿es la actualización del mes o va a haber más?
Y tambien bueno el primer comentario, nos hemos evolucionado en realidad :P
Jajaja, pero que muy simpático :D Espero ansioso las continuaciones (y además por fin aprenderé Historia :) )
Recuérdame que te apedree un poco por este gran relato :-P.
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